Él oye el sonido del teléfono y traslada
el auricular a su oído con la calma propia de quienes han aprendido a someter
todos los movimientos a una disciplina gestual.
-Sí, dígame.
Del otro lado del hilo le llega
la voz cadenciosa de una mujer que, por el tono lastimero, denotaba una
angustia que hacía presagiar una situación desesperada.
-Buenos días. ¿Es usted José
María?
Un sonido gutural le sirve para
dar razón a la pregunta retórica de su interlocutora y que da pie a que esta
vaya perdiendo el miedo y entrando en conversación.
-Me alegro de hablar de nuevo con
usted, no sé si me recuerda, mi nombre es España y ahora, más que nunca, le
necesito.