lunes, 20 de abril de 2009

EMPATE A CERO, ACERO INDUSTRIAL

El Valladolid traspasa en abril la frontera que yo cruzaré en agosto, la de los cuarenta. En ambos casos podemos decir que nos quiten lo ‘bailao’ aspirando a seguir sonriendo durante lo que nos quede. Pero mientras el que suscribe comienza la primavera con tareas pendientes y esperanzas abiertas, el Valladolid cierra el invierno con los deberes hechos y los sueños rotos. De aquí al final quedan siete partidos en los que disfrutaremos del fútbol a pelo: sin miedo a nadie y sin ilusión por nada. Siete encuentros en los que no deberá tener cobijo la especulación que tanto daño hace, a la economía y al fútbol. El final de temporada se tendría que convertir en un necesario homenaje a la grada y en una sementera de nuevos aficionados.
Pero eso será, si es, de aquí en adelante porque lo que ayer sufrimos en Zorrilla fue fútbol de garrafón, malo mientras se toma y padrastro de una amarga resaca. Frente a frente se colocaban dos de los porteros que aspiran a defender los palos de los mejores equipos europeos y, salvo una parada inverosímil de Asenjo, volvieron a casa con los guantes impolutos. El Villarreal del ‘triste con dos eles’ Pellegrini boqueaba como un pez fuera del agua. Su grupo trabaja con eficacia pero los jugadores que han de marcar las diferencias ya han jugado sus cien mejores partidos. La historia última del equipo amarillo ha sido admirable sin embargo su plantilla necesita un rearme generacional y el margen de error en este deporte siempre es grande salvo para los que pueden tirar impúdicamente de chequera. Espero que el tiempo me desmienta porque el Villarreal se ha ganado muchas simpatías pero da la sensación de que el reloj de esta Cenicienta marca las doce menos diez. El Real Valladolid adoleció de falta de definición para romper el partido en la primera parte. Hay días, el de ayer es un claro ejemplo, en los que los blanquivioletas parecen tener que elegir entre comer o beber. Cuando consiguen hilvanar un buen juego no aparece el remate, si se busca el remate se pierde el juego. En esas estábamos cuando los castellonenses se encontraron con un premio inmerecido: el Valladolid perdía a un jugador y el Villarreal se aprestaba a lanzar un penalty. Fallado el lanzamiento, el Valladolid se conformó, lógicamente, con mantener la igualada. Era menos de lo que se esperaba pero más de lo que podría haber sido. Bostezamos, concluyó el partido y volvimos a casa con los síntomas previos a la resaca. Primer partido de la temporada en que el Valladolid perpetra un empate a cero. Acero industrial, como bien añadió Luismi.