La noticia pasará
de puntillas, parecerá una de tantas, se liquidará en un breve y, media hora
más tarde, nadie recordará haberla leído. Juan López-Dóriga, el director de la Agencia Española de
Cooperación Internacional, deja el cargo.
Pero tras lo anodino de la información, se esconde una realidad
insobornable: si en todas las partidas con algo de contenido social ha habido
una tijera encargada de recortar la silueta hasta dejarlas en los huesos, en la
materia de la que hablamos directamente se ha arrancado la hoja y de ella solo
queda el poco papel que se enreda en el muelle de los cuadernos. La destitución,
la dimisión o lo que haya sido esto, no es, por tanto, un cambio sin más, sino
la consecuencia del sibilino vaciado de un área escondiendo esta miseria moral
en el maremágnum de recortes.