lunes, 13 de junio de 2011

Don Juan y el magistral

El Pucela, como la Regenta, había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo. Acababa de recobrar la consciencia y tuvo la sensación de haber recibido un beso cuando su cuerpo estaba separado de su entendimiento. Unidos, al fin, la materia y el alma de Ana Ozores, esta fue consciente del cúmulo de tragedias acaecidas en su entorno.

En realidad, antes de todo eso, tampoco se puede decir que su vida hubiese sido feliz. La poca sintonía entre sus deseos y la presión que ejercían sus circunstancias eran constante fuente de conflicto interior. A esa insatisfacción había llegado por un doble motivo: los que la querían jugaban un papel distinto -y a veces opuesto- al que ella quería y los que la deseaban no la consideraban más que una presa, un animalillo puesto en juego para saciar el orgullo de dos prebostes sin escrúpulos, dispuestos utilizar cualquier asechanza para salir victorioso de duelo tan miserable.

«La memoria es útil. Mi trabajo consiste en demostrarlo»





Bajo el nombre de Joaquín Díaz podemos colocar varios epígrafes que, unidos, conformarían el puzle de su trabajo. En resumen, se podría decir que ha dedicado su vida a buscar en las grietas del pasado para ayudarnos a conocer lo que somos. En esta entrevista para El Norte de Castilla y radiocastillayleon.com, el colaborador de 'La sombra del ciprés' desgrana pasajes de su vida y nos alerta ante el exceso de velocidad con el que circula nuestra sociedad.
-Empezó muy pronto a dedicarse al estudio de la música tradicional, del folclore, ¿de dónde parte esa vocación?
-Ya de pequeño me gustaba escuchar la radio. Me aprendía todo lo que oía y lo cantaba en la cocina. De la música empezaron a surgir preguntas. Me preguntaba de dónde vienen esas canciones tradicionales, por qué se mantenían, unas sí, otras no. Empecé a recordar relatos tradicionales contados por mi abuelo. Todo en mi casa estaba relacionado con el mundo de la tradición. En el colegio, también había desarrollado un sentido artístico, me habían enseñado a cantar.
-¿Esos primeros pasos los compatibilizaba con el estudio o se dedicaba exclusivamente a bucear en la tradición?
-El estudio siempre me ayudó mucho. Mi madre había sido pianista y en casa me decían que no podía ser músico porque se mueren de hambre. Finalmente la vocación pudo más. Empecé Derecho, Filosofía y Letras…, pero lo que más me interesaba era salir a algún pueblo, hablar con las gentes y preguntarles cómo habían vivido y qué les habían cantado.
-Usted abandona demasiado pronto la música en directo.
-No sé si demasiado pronto, diría que en el momento oportuno. La música es comunicación. Esa necesidad de expresar cómo siente cada uno se manifiesta de muchas formas, la más normal era saliendo al escenario. Algunas noches estaba muy motivado y transmitía, otras me sentía ajeno a lo artístico y tiraba de oficio. Eso es profesión, no arte. Decidí grabar discos para transmitir lo que quiero.
-Ese año, el de 1976, fue crucial en la historia moderna de España, una época de florecimiento de los diversos folclores.
-Fue una época complicada. La política, la sociedad y la cultura necesitaban una renovación, pero cada uno lo veía de una forma. He pensado en las consecuencias de la falta de interés por lo antiguo. El ser humano, para caminar, necesita dejar un pie atrás y echar otro adelante. Si no se apoya con el pie de atrás, pierde la referencia. Entonces solo existía el futuro. No era un fenómeno planetario, era español. Un error de filosofía que estamos pagando.
-¿Ese error repetía la idea del franquismo de marcar un kilómetro cero?
-Eso sería pensar que en la dirección de la dictadura había gente inteligente. Lo suyo no era un proyecto filosófico y social, sino una negación de lo anterior, una protección contra un pasado que no interesaba. Se anclaban en el esplendor imperial, lo que ellos consideraban más extraordinario en la historia de este país donde hemos tenido tantos aciertos como desaciertos.
-¿Las generaciones posteriores entendieron la historia como un proceso lineal?
-Las generaciones se suceden con recelo, tenemos la sensación de que los anteriores lo hicieron peor, una soberbia que luego nos pesa porque la siguiente generación va a pensar lo mismo. Lo difícil es relacionar los hechos, no verlos aislados; es inexacto concebir la historia con linealidad, con un eje principal. Los hechos se superponen, se acumulan, no se pueden observar aisladamente. Es un peligro que tiene hoy la educación, se conocen asignaturas con cierta profundidad, pero no se relacionan las disciplinas. Cada departamento trabaja en un tema a escondidas, lo más científico es ofrecer compartir, contrastar y discutir los aspectos de cada disciplina con personas de diferente visión. Hemos considerado un mantra a la competencia, pero a veces cercena caminos. Nos priva de la posibilidad de que otros aporten miradas, preparación, eso acrecentaría los recursos que nos ayudarían a comprender los fenómenos que se producen.
-Su profesión es similar a la de un minero, picar en ese subsuelo de la memoria. ¿Siente que ahora mismo está poco valorado el concepto de memoria?
-A la memoria le damos poca utilidad, aunque siempre ha sido una rica fuente. Recibimos experiencias de nuestros antepasados que nos sirven para desenvolvernos en el entorno en el que vivimos. Efectivamente, la memoria es útil. Mi trabajo consiste en demostrarlo.
Principio y fin
-Muchas veces se demuestra que lo que creíamos novedoso es una repetición de situaciones que ocurrieron en otros momentos, aunque cada generación, cada persona, lo viva de otra manera.
-No hay nada nuevo bajo el sol. Nos podemos empeñar en demostrar que hemos inventado cosas, pero son anecdóticas, superficiales, en ocasiones hay inventos relacionados con la salud que pueden parecer trascendentes, pero todo gira en torno a la mayor o menor longitud en el tiempo de nuestra vida y cosas que en el fondo siguen siendo lo mismo. Al principio está el nacimiento, y al final, la muerte.
-Y lo que sucede en el medio, la vida, ¿es eso que ocurre mientras estamos ocupados en cosas menos importantes?
-La vida es lo único que tenemos, es nuestro patrimonio más valioso. Si alguien nos transmite sensaciones, experiencias, conocimientos, nos sirven de 'cojín'. Eso no quiere decir que nos fiemos de ello. La historia demuestra que cada persona necesita volver a vivir lo que otros han vivido porque no es su experiencia. Le parece que han vivido por él.
-¿La vida urbana nos está alejando de nuestra tradición oral?
-Vivimos una existencia apresurada que nos impide hablar con tranquilidad. La vida hay que tomarla con tranquilidad, a eso ayuda la reflexión, doblarse sobre uno mismo y ver si todo lo que estamos haciendo se corresponde con lo que deberíamos y nos gustaría hacer.
-¿Esa falta de reflexión tiene que ver con el ritmo con el que se trabaja? ¿Firmaría un elogio a la pereza al modo de Tom Hodgkinson?
-Hemos llegado a un momento en el que es preferible que paremos la máquina y nos planteemos si para llevar un tipo de vida agradable es necesario todo ese desasosiego. 
Publicado en "El Norte de Castilla" el 13-06-2011