lunes, 12 de noviembre de 2012

DE VÍCTIMAS VIVIMOS MEJOR


Cuando algo no ha funcionado como debería, giramos los ojos buscando en quien cargar la culpa, alguien que acarree con las previsibles consecuencias de todas las iras que pretenden escaquearse. Hay quien dice que es parte de la idiosincrasia española, pero me temo que se podría generalizar de forma casi universal. Para ello, uno de los  recursos más sencillos, pero con eficacia probada, es el convertirse a uno mismo en víctima. Un buen manejo del lenguaje, una memoria selectiva y pocos escrúpulos son los condimentos necesarios para articular un lenguaje que deje poco margen para la confrontación de los hechos. Es lo que se conoce como victimismo. Decía que suele ser un recurso eficaz aunque esa eficacia sea poco duradera ya que la insistencia en este tipo de conductas pierde valor en la medida en que se repite y, sobre todo, impide la autocrítica imprescindible para seguir creciendo como personas (o como sociedades).