Cuando algo no ha funcionado como debería, giramos los
ojos buscando en quien cargar la culpa, alguien que acarree con las previsibles
consecuencias de todas las iras que pretenden escaquearse. Hay quien dice que
es parte de la idiosincrasia española, pero me temo que se podría generalizar
de forma casi universal. Para ello, uno de los recursos más sencillos, pero con eficacia
probada, es el convertirse a uno mismo en víctima. Un buen manejo del lenguaje,
una memoria selectiva y pocos escrúpulos son los condimentos necesarios para
articular un lenguaje que deje poco margen para la confrontación de los hechos.
Es lo que se conoce como victimismo. Decía que suele ser un recurso eficaz
aunque esa eficacia sea poco duradera ya que la insistencia en este tipo de
conductas pierde valor en la medida en que se repite y, sobre todo, impide la
autocrítica imprescindible para seguir creciendo como personas (o como
sociedades).
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.