lunes, 25 de noviembre de 2002

GIL DE OSTOAGA



 El partido que gobierna España -los matices que la globalización y el imperio le permiten- se define, ufano, heredero de la tradición cristiana, pero parece olvidar que la ruptura que sufrió el judaísmo con el mensaje de Jesús de Nazareth fue el perdón, el rechazo frontal de la ley del talión, del ojo por ojo y diente por diente. El marco penal en el que se inscribe España tiene como basa, fuste y capitel una vocación reinsertadora,  una aspiración que sustituye a la venganza revanchista por el castigo con un empeño, quién comete un delito puede incorporarse a la convivencia pacífica. Nuestros ministros reniegan de su sustrato ideológico y sus palabras son gotas de agua al albur del sol; caen y desaparecen. Gil de Ostoaga purgó 13 años de su vida en la cárcel. Consciente del sinsentido del uso de la violencia como herramienta política y asistido por la ley, intachablemente aplicada por la juez Ruth Alonso, obtiene el tercer grado penitenciario. Podría haber sido un ciudadano anónimo cuyos cotidianos paseos reprobasen la barbarie. El gobierno, con la dureza frágil del cristal,  con la estupidez del altanero, acusa a la juez (amenazada por ETA) de cómplice. Sería recomendable comprender el mensaje de la película “Yoyes”. Gil de Ostoaga ya no es una cuña contra la violencia, desde ahora es un mártir.