El profeta José Luis Cuerda ya lo anunció hace casi un
cuarto de siglo a través de su película ‘Así en el cielo como en la tierra’. Si
el propio Dios no encontraba más que impedimentos para llevar cabo su deseo de
tener un segundo hijo, ¿qué dificultades no habrían de sortear los simples
humanos para lograr llevar a fin tan titánica labor?
Desciende el número de nacimientos en España y saltan las
alarmas. No veo yo que sea para tanto. Sí lo es, acepto, en ese imaginario
terreno de lo alegórico. Ver la chavalería correteando por las calles, salvo
para los amargados, deja un poso de ilusión aunque solo sea por retrotraernos
al tiempo en que éramos nosotros los que jugábamos ajenos a cualquier
responsabilidad. Por lo demás, no encuentro motivos objetivos para tocar a
rebato.
El susto, a quienes llega, llega porque hacen cuentas
referidas a futuras pensiones y estas no salen. Pero es que para que estos
cálculos lleguen a buen fin se requiere un aumento eterno de la población y,
digo yo, esto tendrá un límite. Vale que las catastróficas teorías de Malthus
no se cumplieran en la fecha que propuso el clérigo británico, pero no conviene
pensar que como para entonces no se produjo la hecatombe ahora estamos libres
de riesgo. Si algo no falta son seres humanos, desde que nació mi abuela, la
población del planeta se ha multiplicado por cinco; la de España, por más de
dos y medio. Pensar que la prosperidad pasa por no salir de esta línea me suena
a engañifa.