Por mucha globalización que nos
hayamos echado a la espalda, y la crisis lo está poniendo más si cabe de
manifiesto, seguimos necesitando que el ámbito social en el que vivimos nos
proporcione satisfacción a nuestras necesidades básicas. En nuestra tierra, la
ruina del campo es el principio de un mayor empobrecimiento general y esta vez
hemos estado a punto. En el mundo rural la sociedad siente los días de forma
circular, cada año distinto, todos los años igual, en realidad entienden la
vida como un solenoide que gira a ritmo de una vuelta anual hasta que el hilo
se acaba. Cada año se repiten las labores y las preocupaciones y si alguien ha
sabido plasmar en papel ese universo ha sido Miguel Delibes. En “Las Ratas”
cada página aprieta más el corazón por la falta de lluvia que amenaza con
malbaratar la cosecha. Por fechas tales como estas pero de 1956 «El Pruden decía
cada tarde en la taberna de Malvino: “Si no llueve para San Quinciano a morir
por Dios”». Sin embargo, nuestra sociedad urbana ha olvidado de dónde viene, de
dónde sigue viniendo, el pan que se lleva a la boca y lanza sus quejidos al
cielo porque el agua que de allá cae no permite lucir los pasos a las
cofradías. Nunca hubo mejor argumento que la necesidad de tantos para alegrarse
de una pequeña desdicha si aparece una solución aunque sea parcialmente
intempestiva. La lluvia podría haber llegado antes pero, y es lo que importa,
al fin llegó y fue antes de San Quinciano.