domingo, 14 de junio de 2015

LA MADRE DE UN FRACASO

Es un recurso muy manido aquel de comparar con un mal estudiante a quienes dejan para el final el trabajo que se ha de realizar a lo largo del año, pero en el caso del Pucela el símil viene al pelo. No tanto por el hecho de ver cómo se frustraban las aspiraciones del ascenso directo teniendo que jugarse el curso en un siempre imprevisible examen final, cuanto por no haber sido capaz de lograr una idea reconocible de juego para, posteriormente, poder plasmarla en el terreno de juego. Durante el curso, el estudiante blanquivioleta, no fue capaz de encontrar un método de estudio, los probó todos menos el fundamental: apostar por uno y tener paciencia. Con varias asignaturas suspendidas, hubo de recurrir al septiembre de la promoción, para, a las primeras de cambio, certificar que seguía sin haber aprendido. La empollada final solo sirvió para mostrar las carencias metodológicas. No es casual el exagerado número de faltas realizadas por el Pucela, la ingente cantidad de tarjetas amarillas recibidas; no lo es que, en dos partidos, cuatro jugadores hayan sido expulsados.