domingo, 2 de marzo de 2014

ABRIGO EN EL POLO

Cuando el sol estaba en su punto más alto, Esaú entró en casa. Como cada mañana, había salido de caza acompañando a las primeras luces del día. Las horas transcurridas entre uno y otro momento las fue ocupando subiendo riscos y bajando laderas, persiguiendo algún conejo y protegiéndose de las alimañas. Como cada día, más o menos a estas horas, regresaba exhausto y hambriento a casa, pero allí no encontró más comida que el plato de lentejas guisadas que estaba comiendo Jacob, su hermano pequeño. Tanto reclamaba el estómago de Esaú que no dudó en ofrecer los derechos que le correspondían por ser el primogénito a cambio del plato de legumbres. Esaú se arrepintió y posteriormente procuró, si bien de forma infructuosa, que ese acuerdo no se llevara a efecto. Pero este pasaje que podemos encontrar en ese manjar literario que es la Biblia explica a la perfección lo que los economistas en su jerga denominan ‘valor de uso’, o sea, el precio que estamos dispuestos a pagar por un objeto en función de la necesidad que satisfaga en un instante concreto. Ese plato de lentejas, tantas veces menospreciado, multiplica su valor cuando no hay nada más que pueda saciar el hambre voraz de Esaú en ese preciso momento. Frente al valor de uso, el ‘valor de cambio’ es menos subjetivo al relacionar el precio de cada mercancía en relación con las demás. Sobre cómo se fija este valor hay diversas teorías. A estas alturas de la liga, el precio de un punto para el Real Valladolid hay que empezar a medirlo por su valor de uso. A principio de temporada cada punto se atenía al valor que tan bien midiera el técnico ‘yugoeslavo’ Bujadin Boskov en uno de sus axiomas: ‘punto ser punto’. Valía para sumar pero la temporada era, entonces, tan larga como el margen de error. El tiempo fue pasando y llegamos a este día en donde no caben más pinchazos. Cada punto vale tanto como lo que se está dispuesto a pagar por un abrigo si te encuentras desnudo atravesando el Polo Norte; si ese punto significa restar dos a tu oponente más directo no tendrías ningún empacho en ofrecer por ese abrigo tu pulmón para un futuro trasplante. Un punto de octubre vale lo mismo que el obtenido ayer, sin embargo, de haber perdido el Pucela en ‘La Rosaleda’, además de un golpe mortal al estado de ánimo, hubiera supuesto acrecentar la desventaja ante los que le anteceden en la tabla de forma tal que ya no tendríamos dedos suficientes en una mano para contarla. Sumen a eso que los dos partidos en puertas son de esos que no hacen que se dispare el optimismo. En resumen, la derrota, salvo inesperado milagro posterior, hubiera sido una invitación, sin posibilidad de ser devuelta, a la Segunda.