En los apenas 600 kilómetros que separan Davos de Coblenza se dibuja el
camino recorrido por nuestras sociedades desde aquellos días en que todo
parecía ir bien hasta hoy en que parece no haber más salida que los puñetazos
en la mesa y ‘esto lo resuelvo yo en dos guantás’. Mientras en la suiza Davos se reunía la
Asamblea Anual del Foro Económico Mundial -una fundación que aglutina a los líderes
mundiales ahora en decadencia, esos mismos que pretendían marcar las pautas que
habría que seguir para transitar la senda de la globalización- en la alemana
Coblenza, los que se habían citado eran los líderes de diversas organizaciones
de esas a las que antes se llamaban de extrema derecha y que en breve podríamos
ver gobernando –o al menos con altas cotas de poder- en varios países de la
vieja Europa. Las dos localidades son las esquinas del cuadrilátero en el que
combaten el veterano campeón un poco sonado por los golpes recibidos y el
pujante joven dispuesto a desarbolar a aquel en un par de asaltos.