jueves, 5 de febrero de 2015

LO OBVIO FRENTE AL SISTEMA

Por momentos me aplasta la sensación de que ya no hay nada que decir, de que está todo dicho. Fumo un cigarro, voy y vengo a la cocina. Hasta que en medio de esa pesadumbre en que me sumerjo -nada queda por decir y, a la vez, de nada ha servido todo lo que se ha dicho- lees que una anciana ha permanecido cinco días sin luz ni calefacción porque el banco no le quiso cobrar el recibo el día que, al fin, consiguió el dinero. Por una de esas normas de funcionamiento interno, ya saben, los recibos solo se cobran de nueve a nueve y cuarto los terceros martes de cada mes que caigan en día par y si viene usted vestida de lagarterana, nuestra protagonista se vio impelida a estar casi una semana con la casa fría y apagada. Un frío obligado gracias a un banco obligatorio. Porque esta es una de las raíces del asunto, la despersonalización de las grandes empresas ha convertido a los bancos (domiciliación o pago en ventanilla mediante) en los únicos puntos de cobro. No solo eso, para poder ingresar la pensión, una beca o la devolución de hacienda, es imprescindible tener una cuenta en alguna entidad bancaria. O sea, no hay manera de no ser cliente. Añadan otro dato, las comisiones que cobran son cada vez más altas, sobre todo para las personas que tenemos unos ingresos escasos. El negocio es estupendo, los servicios pueden ser cada vez más caros, peores y el número de clientes no puede disminuir.