jueves, 17 de enero de 2013

LEER CAMPO, LEER FRÍO

En cualquier dictadura existe paranoia en doble dirección. Los súbditos se sienten controlados conscientes de que el régimen escarba con millones de orejas hasta en los espacios más recónditos. Los jerarcas temen cualquier movimiento porque en todo intuyen un intolerable vestigio de disidencia y saben que cualquier golpe puede horadar su tiranía. En esas condiciones, aparentemente, solo pueden escribir los que quieran garantizar su jornal y toman nota de lo que el régimen quiere leer o los temerarios que ponen su nuca a disposición de cualquier bala. Sin embargo hay un tercer grupo, el formado por personas que son capaces de enviar mensajes a los lectores más allá del tenor literal de sus palabras. Durante el franquismo se hablaba de ‘leer entre líneas’.