domingo, 12 de marzo de 2023

SALIR CON LA PIERNA ESCAYOLADA

Tus ojos desprenden rabia. Eres consciente de que, por negligencia, impericia, torpeza, desidia, abulia o simple dejadez, la has cagado. Deplorablemente, has perdido aquello que considerabas tuyo; no has alcanzado algo con lo que contabas, que tenías a mano; has quedado en evidencia donde, cuando y ante quien menos te convenía o te apetecía. Escuece el orgullo maltrecho, la dignidad arrastrada, la soberbia encogida, las excusas en retirada. Caminas inquieto, desasosegado, con la sangre a dos grados de su punto de ebullición. De repente, sabiéndote culpable, sintiéndote culpable, la ira se apodera de ti, te invade, te domina. Actúas y empeoras aún más todo lo que ya habías dilacerado. Lanzas una patada al aire, golpeas a una silla que ni siquiera habías visto. Chillas de dolor. Completas el ridículo. Dictas el colofón de la tarde saliendo de Urgencias con un hueso del pie roto, con una pierna escayolada.

No encuentro otra explicación al patético epílogo del pésimo partido del Valladolid en Elche. Tras una lesión, la de Machís, que pinta feucha, tras recibir el gol del empate en tiempo de descuento, despierta la furia dormida arremetiendo a destiempo, 'deslugar' y contra quien no corresponde. A los dos puntos fatalmente dilapidados, se suma un agujero para posteriores encuentros: dos rojas con sus correspondientes sanciones.

Hasta esta entrada en erupción, el Pucela se había desempeñado como un grupo mustio, aplatanado, indolente. El calor entraña estas paradojas, aviva y ahoga, inflama y apacigua, hierve y atenaza, enciende y apaga. En la Prehistoria, allá por el minuto cuatro, había anotado un gol de cuyo rédito vivía, pretendía vivir. El sol en lo alto castigaba, «pone a prueba», como escribía en estas páginas Fernando Arconada en la previa del partido. Advertidos estaban. Pues bien, por el calor o por lo que fuera, no hubo –apenas– más Valladolid. La tentación, el recurso fácil, arrastra a pensar en un exceso de confianza como razón. La clasificación del rival y la prematura ventaja mitigan la exigencia, la cabeza te traiciona y te presenta en bandeja de plata una cabeza que está aún pendiente de ser cortada. Tal vez no sea, pero cuesta encontrar más explicación. Y el calor. Hace nada, un bidón de agua olvidado en la línea del fuera de banda se hubiera congelado. Lanzado a un jugador, le hubiera hecho contornearse para evitar el golpe. La incipiente primavera, el marzo traidor, el Levante español. El abrigo al lado, el cuarenta de mayo lejano y, atónitos, desapercibidos, escuchamos silbar el árbitro: detiene el juego, primera pausa de hidratación del año. Los jugadores corriendo a por los bidones como si el agua se fuera a acabar.

El Elche lleva semanas, meses, tan sabiéndose descendido como compitiendo con dignidad. Demuestra, ante el Pucela también, que le falta un punto de calidad: merodea pero no asalta, llama pero no entra, dispara pero no atina. E insiste con entusiasmo. Alguna tiene que ser y fue. El calor, el mismo que produjo el shock térmico en los blanquivioletas, se convirtió al parecer en su fiel escudero. Visto así, el aliado del Valladolid sería el frío. Pero tampoco. En lo que va de temporada ha ido salpicando el mapa de España con actuaciones deplorables, tanto daba la temperatura o el grado de humedad. En realidad, le ha salvado el calor, pero no el del sol, sino el de casa, la calefacción, la mantita, el abrigo de lana en que se ha convertido Zorrilla. A estas alturas, el que más y el que menos, los aficionados somos así, hace sus cábalas, suma sus puntos teóricos, consigue la salvación con los dedos de las dos manos. A fuerza de costumbre, los del Pucela descontarán los que disputen más allá del Pisuerga.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 11-03-2023