lunes, 17 de septiembre de 2018

EL TESORO ESCONDIDO

Foto El Norte
Para bien y para mal, me tocó cursar la EGB. Para bien, porque de ella salí con un buen bagaje y ganas de aprender más; para mal, porque es prueba fehaciente de que de aquellos años ha pasado mucho tiempo. Pero a lo que vamos, cada curso, siempre en época prenavideña, el colegio organizaba una velada en la que parte del alumnado representaba alguna obra –vamos a llamar con cierta generosidad– teatral. El programa siempre se completaba mezclando algún sainete que provocase las risas del resto de los compañeros con alguna obrita de ínfulas moralizantes. A mí me tocó actuar en varias pero recuerdo especialmente un año en que formé parte del elenco de una de las del segundo grupo. No vayan a creer, no tengo un singular recuerdo de aquella noche debido a la profundidad del texto representado o por la huella que pudiera haber dejado en mí la correspondiente moraleja sino porque en una escena tuve que salir al escenario en calzoncillos y pasé días convencido de que no iba a ser capaz. Al final me las apañé para que fuera un discreto sí pero no que puso en salvaguardia mi pudor preadolescente.