lunes, 18 de marzo de 2019

LA FANTASÍA DEL NIÑO VERDE

Foto "El Norte"
De niño, como casi todos, fantaseaba con ser futbolista, con que lo era. Tanto en los partidos mixtos que jugaba en los recreos con mis compañeros de escuela, como cuando pateaba el balón solo en el corral de casa, narraba -de forma desmesuradamente hiperbólica, claro- mis hazañas. Así, el patio de la escuela bien podría ser Maracaná y el disparo contra la trasera cualquier martes a las seis y pico de la tarde, el lanzamiento a puerta en el último minuto de la prórroga de la final de un Mundial que España acababa de ganar con ese postrer gol mío. Más aun cuando el ayuntamiento mandó hacer al herrero un par de porterías reglamentarias y las colocó bien asidas al suelo en un terreno frente a las escuelas. La ilusión se nos desbordó, fue tan grande como la frustración sobrevenida el maldito día que el ayuntamiento, por la denuncia de una medio rica de la comarca que tenía unas tierras al lado de nuestro ‘estadio’, hubo de retirarlas. Nunca insulté, ni lo volvería a hacer, con tanta rabia, desde tan dentro, como cuando, al poco, ella pasó a mi lado con su coche.