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Cuando un grupo de personas pretenden poner en marcha un
proyecto colectivo, lo hacen reuniéndose al cobijo de una pregunta: ¿qué es lo
que queremos? En realidad, esta cuestión ya venía medio planteada desde la
calle; fue la propia necesidad compartida, ese ‘querer’ común y en común, el
que ejerció de biela y destino. Biela para que la idea que flotaba comenzase a
rodar; destino, para tener medianamente claro y acordado el lugar al que se
pretende llegar.
A partir de ese momento iniciático surge el interrogante
esencial, el que dota de sentido al esfuerzo por venir: ¿qué es lo que podemos?
La respuesta dada vendrá en consonancia con la capacidad de avituallamiento,
con el material del que se dispone para emprender la marcha o del que se puede
disponer a lo largo del camino.