lunes, 23 de agosto de 2004

TARDE DE VERANO

Hoy puedo respirar. La televisión en directo que es mi ventana me muestra la playa desnuda de esas gentes con complejo de chuletilla, amantes de las brasas. El mismo sol que con su brusca premura ha ahogado a los cereales y con ellos al sueño anual de los pocos agricultores que hoy son, ha suscrito una tregua. Hoy es uno de esos pocos días de clase media que nos concede esta maldita ciudad de contraste entre la vanidad de unas jornadas abrasivas recluidas en sus mansiones de verano y una sarta de días desarrapados con hambre de calor que se esparcen a lo largo del resto del año.

Apresúrense, huyan; se acercan días que amasan todo el calor, ciegos por saciar sus instintivas ansias frente a las necesidades de los pobres invernales. Mejor, no deserten, háganle frente. Su armadura deslumbra mas no es un enemigo invencible. Busque un rincón en su casa, deje la ventana abierta durante la noche y cierre la persiana con la amanecida. Coja un libro, uno de esos en cuyos renglones se lee más de lo que en cada renglón se ha escrito. Sumérjase, trasládese a paginazos; una tras otra, tras otra la otra. No se arrepentirá. Transformará el oropel del verano en vulgar bisutería. Comprenderá el ciclo de las estaciones. Unos con tanto, otros sin nada.

viernes, 6 de agosto de 2004

CARRUSEL DEPORTIVO

La verdad, cuando alguien, atañéndose al fútbol, balbuce el manido argumento del “pan y circo” consigue sacarme de mis casillas. En una simplificación podemos decir que la sociedad no necesita el narcótico del fútbol para tornarse indolente. Esa desidia es un hecho que tiene que ver con el acomodo de clases satisfechas, no busquemos excusas. Cierto es, por otra parte, que para muchos esas dos horas que dura un partido son un bálsamo de Fierabrás, ciento veinte minutos sin pensar en los recibos pendientes, en las discusiones familiares, en cualquier infamia de las que se repiten inexorablemente en nuestro maltrecho globo azul. Dos horas para el regocijo de una pasión inofensiva, de un fervor inodoro, de un ardor eterno en dos partes de cuarenta y cinco minutos, de autoenajenación dispuesta a fundir lo trascendente con la nada. Pero hay momentos que no permiten seguir las peripecias de unos señores que se disputan un balón, que la cabeza está pendiente de las últimas noticias que llegan desde algún lugar del mundo. Por eso se agradece que, sin respetar a dios gol, una emisora de radio interrumpa la narración de un partido y las voces serias de los noticieros expandan el hedor de una situación podrida que se acerca al último estertor. La barbarie israelí en Palestina, asumo el cien por cien de lo declarado por Saramago,  bien merece la interrupción del carrusel deportivo. Colocando en su sitio cada cosa. Se agradece.

jueves, 5 de agosto de 2004

MINUTO DE SILENCIO

El mito de la invulnerabilidad ha sido derribado en forma de torres hermanas. Significaban más que eran y su caída es más que su desplome. Es odio condensado, veneno que hervía en las venas de los suicidas, cianuro con nombre de religión volando hasta incrustarse en diez mil edificios. Es una guerra pero no empezó ayer, es consecuencia, es una indecente gestión del dolor ajeno. Es dolor engendrando dolor y en el parto una persona sufre, mil, un millón de dolores que se engendran oliendo a muerto y clamando justicia y engendrando más dolor. Es prepotencia criando cuervos, esculpiendo un bumerang, es billete de ida y vuelta. Nada hay más vulnerable que un ser humano odiado por otro ser humano, más vulnerable que una torre, que una religión, que un imperio forjado en miles de seres torturados. El invierno, imperecedero para muchos, ha depositado sus copos de nieve donde el sol tenía su guarida.


Hoy estamos de luto, todos los días el odio nos sirve motivos para ello. Silba el árbitro, comienza el partido.