Esta Castilla mortecina, que a fuer de creerse madre por haber parido un
imperio, que se alimentó de huesos hasta quedar exhausta por falta de
proteínas, confunde estar en medio con ser el centro. Por estas tierras, por
ejemplo, pasan líneas de AVE o autovías porque es más fácil atravesarlas que
rodearlas. Este culo del mundo me recuerda a Riopico, un pueblo en el fin del orbe donde se desarrolla ‘El viento se llevó lo que’, el espacio imaginario creado
por el director argentino Alejandro Agresti donde sus personajes vivían
aislados de cualquier mundo contemporáneo. Antonio, el sabio del pueblo, por ejemplo, marchó
tres veces a la capital para exponerles sus teorías -todos somos iguales, todo
es relativo, todo es sexo- porque hasta Riopico no habían llegado Marx,
Einstein o Freud.