El futuro ya está aquí. Ese tren que nos han vendido como el bálsamo de
Fierabrás que ha de curar todos los males habidos y por haber, galopa ya por
nuestras calles. Los periódicos han escupido las caras de una larga lista de próceres
(y no tanto) que sonríen a caballo ganador. Ha venido y lo vemos porque, lejos
de circular bajo la tierra vallisoletana, luce esplendoroso a nuestro nivel. Ya
habrá tiempo para esconderlo.
Madrid-Valladolid en una hora frente a las casi tres que hemos perdido
en cada desplazamiento. La zona este de la ciudad se abre paso ante venideros
años de vacas gordas cuando todo esté enterrado y bien enterrado. Millones de
personas encontrarán el paraíso bajo los adoquines pucelanos. Y mucho más que
se me olvida.