domingo, 26 de febrero de 2012

AIRE EN LA RUEDA

Después de los partidos del Real Valladolid busco un escondrijo mental para evadirme y escribir en la cabeza lo que luego traspaso a este papel. Muchas de las veces esos momentos de mismidad se producen mientras voy sobre la bici. Los primeros pedales ahuecan el cerebro para que, una vez vacío, se vaya llenando de renglones. Hay días en que se escriben solos, otros hay que arrancarlos de alguna parte. Ayer parecía uno de esos en que no se me ocurría la idea que hilvanara lo que pretendía decir hasta que, a medio camino, la rueda delantera perdió todo su aire. Me bajé, cualquiera que haya tenido un pinchazo lo imagina, maldiciendo todo lo nacido y apoyé la bicicleta sobre una pared decidiendo si iba o volvía. Miré la bicicleta, estaba tan guapa como siempre, con la misma sonrisa generosa, con el mismo gesto que te dice que cuentes con su compañía y que siempre muestra antes de emprender cualquier viaje. La seguía mirando, cada pieza estaba en su sitio, su cuadro, su manillar, sus pedales; nada hacía pensar que mi leal compañera no iba a poder ayudarte como de costumbre. Un detalle, un nimio detalle, hizo que su rostro se entornara, que te mirase con esos ojos que pone cuando no puede dar más de lo que por sí acostumbra. Le faltaba el aire a una rueda, le faltaba todo.