jueves, 18 de junio de 2015

HABLE AHORA

Una de esas leyendas urbanas que antaño caminaban de boca en boca relata la querencia del dictador por rodearse, en el ámbito político, de personas cuyo currículum estuviera impregnado de hechos que hoy llamaríamos corruptos. No solo eso, permitía, además, que durante el desempeño de sus funciones se beneficiaran de lo que el poder otorgaba. Con aquellos que, dentro de los afectos al régimen, pudieran ser potenciales enemigos, actuaba de modo similar. Un ministro franquista, pongamos por caso, junto a su carta de cese, recibía un informe sobre sí mismo tan demoledor relatando aquellos actos que no tenía margen de maniobra. A casa y a callar: si pío todo el mundo conocerá mis fechorías, seré desactivado y humillado públicamente, si no hablo podré disfrutar de todo lo trincado. Nada extraño, ya el bíblico libro del Eclesiastés atribuye a Salomón aquellas palabras que los latinos tradujeron como ‘Nihil novum sub sole’, nada hay nuevo bajo el sol. El poder pretende no ser cuestionado y nada hay más débil que un humano con todas sus fallas a la luz.