martes, 28 de agosto de 2012

Todas las mañanas

Recluido en su granja, el señor de Sainte-Colombe anhela encontrar el sentido de la música. Sabe que la naturaleza ofrece ese milagro espontáneamente, que sus sonidos son sinceros, sin artificios. Entrega su alma intentando arrancar hasta el último parpadeo a su viola de gamba. A su casa acude un joven Marin Marais con el objetivo de aprender todo lo que le ha supuesto una vida al maestro. Sainte-Colombe le pide que toque alguna pieza. Marais toca embelesado convencido de su capacidad hasta que el maestro agacha la cabeza y emite su veredicto. Primero alaba su técnica pero le explica que la música es otra cosa, 'sois un gran equilibrista, pero un músico menor', y remata con desdén diciéndole que no tiene motivo para estar preocupado porque esas florituras gustan en la corte, vivirás muy bien. El debate entre talento y artificio, entre música y sonido aparente, centra el argumento de 'Todas las mañanas del mundo', película de Alain Corneau en la que la música de Jordi Savall está siempre presente.