martes, 26 de octubre de 2004

TENGO MIEDO

Tengo miedo. Un miedo abstracto, inaprensible. Nunca el precio de la muerte fue tan asequible para las hordas patrióticas de naciones, religiones o capitales. Gentes que parecen estremecerse ante una bandera o lloran al oír los sones de un himno que son capaces de matar a quien se interponga ante sus designios o se sitúen en el camino del azar. Terroristas o héroes según se mire; dirigentes políticos o terroristas según miremos. El caso es que, desde una veta de inquina e interés, se está sembrando el mundo con la simiente del odio. Muertos vuestros y nuestros que generarán, sin duda, más muertos.

Tengo miedo ante los atrabiliarios que no dudan, ante quienes pretenden imponer sus objetivos políticos, religiosos o territoriales con la única sílaba onomatopéyica que es capaz de balbucear una pistola o un coche bomba. Tengo miedo de quién pretende obtener réditos políticos o económicos y, revestidos de auras presidenciales, nos arengan ciegamente alimentando la raíz de la aversión que dicen querer evitar.

Porque el odio es una planta de raíces profundas. De ella brota una flor hechicera, la violencia. Cortando la flor se esparcen más semillas permaneciendo incólume la raíz.

No sé si ustedes también. Pero yo tengo miedo.

CRISIS, ¿PARA QUIÉN?

No es nuevo el robo del contenido de las palabras, de tanto usarlas se ajan como mi camisa mil veces puesta.  El Real Madrid compra a Ronaldo en la lonja de carne humana y podemos leer “Revolución Ronaldo”. Voy al diccionario, revolución: Motín, rebelión, cambio importante de un estado de cosas. Más poder al poder no puede ser revolución, acusaríamos de revolucionario a Bush. Ronaldo contribuirá a que las cosas permanezcan como estaban, es la contrarrevolución por antonomasia. Mucho se habla de la crisis económica de los clubes de fútbol y se ejemplifica con los Madrid o Barcelona de turno. Pero en ésta crisis, como en todas, quien desaparece es el Burgos, el Granada...
Nos muestra Oliver Stone en la escena inicial de “Wall Street” a un mendigo bajo un puente y de ahí la cámara recorre el corto camino que conduce hacia el centro del poder: cualquier planta de cualquier rascacielos de Manhattan.
Los clubes no disponen de dinero, pero a “los grandes” les beneficia la situación. Estos manejan recursos que les aferrarán a su pedestal. Los que algún día aspiraron a enriquecerse con valores al alza y se endeudaron hasta las cejas, soñando con burbujas que no cesaban de crecer, ven como lo que no deja de crecer son sus deudas. Los demás se conforman con mantener los mínimos supervivencia, con llegar a fin de mes, aunque sea vendiendo hasta la propia casa.

MALDITAS SEAN

Malditas todas la guerras y malditos nosotros que no tenemos dedos suficientes para contar las que se avecinan. Guerras miserables en la misérrima África, hambre contra hambre, tribu contra tribu. Donde jamás llegó un libro, donde una vacuna es el unicornio azul, nunca falta quien siembre odio, quién lo abone con armas hasta que germinen los cadáveres.
Guerras enfrentando a dos inexistentes dioses disfrazados con advocaciones diversas, padres que, contra natura, entierran a sus hijos y rezan responsos arrodillados ante ese todopoderoso por el cual murieron, mientras, los sacerdotes del único ser supremo verdadero y mensurable recuentan sus ganancias.
Guerras pequeñas, domésticas; sociedades desangradas lenta pero inexorablemente. Una revolución que se aja y se torna en mafia, una mafia que asesina arreglando con ritmo de cumbia los acordes de la democracia. Utopías que tiñen de rojo el sueño del caimán verde de la esperanza. El deseo de justicia, eternamente saboteado por el gigante del norte, no puede brotar de la muerte.
Guerras justificadas en nuestro nombre por un imperio de carne putrefacta que aniquila nuestros sueños de derecho, de razón.
Guerras justas o injustas, legales o ilegales, santas o demoníacas. Os maldigo a todas para siempre.

CERRADO POR VACACIONES

Durante los meses de verano mi cerebro tartamudea, se atasca y me cuesta Dios y ayuda hilvanar palabras que, constreñidas en el blanco del folio, den vida a estos retales que tras cada martes se mudarán en guiñapo para adecentar cristal, cargamento de contenedor o sudario de bocata.

Escarbo en busca de un cobijo en que refrescar mis neuronas en las infinitas tardes del estío mesetario. Pero hasta los libros están de vacaciones. La biblioteca cerrada desde las tres muestra un semblante de palacio fantasmal; como si de repente todos  hubiéramos muerto, como si nadie trabajase por las mañanas y necesitase el refugio vespertino de los libros que allí se prestan. Foco cultural cerrado por vacaciones. Sigo caminando.

HA LLEGADO EL DÍA

Hemos dormido sobre el lecho de una Historia bastarda, hija de usurpadores armados que, sintiéndose depositarios eternos de la tierra, asesinaron a los hombres y después a su memoria. Hemos silenciado sus recuerdos en el mismo baldón en el que fueron fusilados sus sueños. Hemos escondido en el estómago el veneno del mordisco de una víbora que seguía viva cada amanecer. Hemos visto gente que sufre y calla dolor pero ya no miedo, que no sólo “desea su pan, su hembra y la fiesta en paz”. El tiempo de jarcha ha concluido; no hay rencor de viejas deudas pero no se puede vivir sobre el silencio, hijo del miedo, cómplice del terror. No hay ira, pero tampoco libertad mientras perviva el ultraje del olvido, de la desmemoria interesada, de una sangrante herida falazmente cicatrizada. Construir los cimientos del nuevo edificio de la concordia sobre viejas literas de muertos desarropados del calor de una flor es garantía de ruina. Ha llegado el día de lavar su honra: fueron ejecutados y comidos por los gusanos lejos de su hogar, fueron exiliados y probaron el amargor del pastel que no se puede comer en casa, fueron personas de bien. Que puedan descansar, por fin, en paz.

REALIZACIÓN PERSONAL

Dejamos jirones de existencia en las fábricas para comprar otro coche -jamás lo suficientemente grande- que nos embale al mismo atasco, para pagar el piso que nunca termina de ser nuestro... para satisfacer tanta estúpida necesidad creada artificialmente y nos alaban. El discurso oficial insinúa que ese es el camino de la realización personal, que estamos progresando. El trabajo, un intercambio de actividades que nos debería permitir vivir a todos, se ha convertido en nuestra mortaja y su reparto nos subordina por nuestro miedo, mansedumbre o complicidad; hablar de derechos es un ritual pleistocénico. Hemos organizado nuestras vidas para el trabajo, guarderías para aparcar al niño, asilos para almacenar al viejo improductivo, planes de estudio que forman empleados dóciles, ciudades para que el coche nos conduzca a la fábrica y al comercio. Sin espacio, sin tiempo... sin alternativas. Dimitidos de nuestra responsabilidad como ciudadanos libres, nuestro traje es el de consumidores, contribuyentes o cuerpo electoral; nos hemos transformado en masa, burda masa complaciente, devoradora de imprescindibles vacuidades. Vendimos nuestra libertad por un salario. Vendimos nuestra libertad.

PRENSA DEPORTIVA

La objetividad de un periódico es un camelo, una entelequia. Y si fuera posible no sería conveniente, sólo encontraríamos una cabecera. El periodista que se escuda en la objetividad es una farsante, en el mejor de los casos nos narrará su visión-versión de los hechos, en el peor nos encontraremos con el relato que le interesa al patrón, la moto que le venda la parte interesada o la necedad que crea que usted quiere leer. Más la subjetividad no debe cruzar la línea Maginot del respeto y la prensa deportiva la desborda asiduamente. El “As” con un madridismo ramplón, de ópera bufa, “El Mundo Deportivo” y el “Sport” encendidamente culés con un ojo puesto en las inmediaciones del Bernabéu, puro complejo y el “Marca” cuyo dominio del mercado les impulsa a sentirse poseedores de una verdad absoluta inexistente, una prepotencia que les conduce a ridiculizar al modesto y un patrioterismo xenófobo plasmado en titulares como “leña al moro” o “moro, plata y bronce” refiriéndose al atleta El Guerrouj. Vender más te hace más rico no necesariamente mejor.

BANDERITA

Me vienen a la memoria las sobremesas de los sucesivos julios del primer lustro de los noventa. Momentos proclives para la siesta o la partida arropada con un buen café fueron suplantados por la televisión. Un mocetón, así le llamábamos en mi pueblo, nos mostró la geografía gala con su majestuoso pedalear.

Los que nos recreábamos en esas tardes de canícula oíamos y leíamos superlativos hiperbólicos que trataban de definir cada golpe genial asestado al resto del pelotón por ese mozo que a lomos de su bici había alisado los Pirineos y mostrado franco el camino a Europa. A este lado de los pirineos ya no éramos tan bajitos.

Despedazó el estereotipo de ciclista formado en España: los Bahamontes, Julito Jiménez, Ocaña, Tarangu, Delgado....tan geniales como imprevisibles. Tan capaces de dejar sin resuello al más pintado como de llegar tras el coche-escoba. Hizo añicos de las proezas de todos ellos y ascendió a los altares donde convive con los mitos imperecederos del ciclismo.

Años después, los epítetos de admiración recaen sobre otro ciclista que, tras superar un cáncer en los testículos, reúne fuerzas suficientes para conseguir un brillante palmarés en las mismas carreteras.

Ambos nombres hoy aparecen en dos listas: la de los deportistas que consiguieron emocionarnos con sus hitos y en la de la sospecha.

La cruzada hipócrita que comenzó hace dos años tiene a ambos en el punto de mira. Sin embargo, mientras los medios de comunicación vilipendiamos al denunciante Thomas Davy por tomar el nombre de Induráin en vano hemos sembrado la sombra de la duda en el caso de Lance Armstrong.

La mano que mece la pluma debería olvidar la banderita antes de escribir negro sobre blanco.

M.A.R.EMOTO

Algún entrenador de equipo modesto, cuando han de enfrentarse a uno de nivel teóricamente superior, para insuflar las dosis de moral necesarias a los futbolistas, suelen utilizar un socorrido argumento “jugamos once contra once” tratando de crear la sensación de igualdad, a priori, inexistente. Jorge Valdano adorno el eufemismo “el fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y al final gana Alemania”. Muchísimo antes, Helenio Herrera aseveró que “con diez se juega mejor que con once” aunque, a pesar de ello, sus equipos alinearon de inicio siempre a los once permitidos. Pero, al fin, en cualquiera de las tres románticas afirmaciones presupone que el resultado final de un partido era algo que se decidía en el campo de juego.

Esto nunca ha sido tan así, los equipos con más medios tenían mejores jugadores y por tanto ganaban casi siempre pero además contaban con alguna prebenda, pongamos por caso, arbitral que en ocasiones falseaba lo que el puro juego hubiera resuelto. Se han dado, y se dan, casos a lo largo de la historia de clubes identificados con regímenes políticos que eran utilizados como imagen y eran privilegiados respecto al resto. Como en el resto de las actividades, la cercanía al poder, multiplica el número de goles marcados. Haciendo una síntesis entre Boskov y Ortega podríamos decir que fútbol es fútbol y su circunstancia.

Hoy, los clubes de fútbol, son empresas que manejan ingentes cantidades de dinero. Los éxitos deportivos aseguran la bondad de los balances económicos de los gestores. La cercanía al poder facilita, en buena medida, esa labor empresarial.

Es la única razón que se me ocurre para comprender la surrealista incorporación, a la directiva del Real Valladolid, de ese muñeco de guiñol que un día fue portavoz del gobierno de celtiberia.

Ceder parte de la labor directiva a quien hubo de ser despedido de su cargo en la Secretaría de Estado de Comunicación por su capacidad para generar un problema donde había una solución es una apuesta incomprensible desde un punto de vista estrictamente futbolístico.

Ha llegado el momento de marcar goles con la mano y el más tonto hace relojes de madera que andan.

DE SANTIAGO A FLORENTINO

Santiago Bernabéu presidía al Madrid como a su casa, Florentino Pérez lo preside como a su empresa. Bernabéu  registraba “hasta la última peseta” en una libretita, Pérez se rodea de un equipo ejecutor de la política económica del club y el se reserva los dictámenes de mayor trascendencia. El uno consiguió que la Federación Española de Fútbol urdiese un quiebro al destino y Alfredo Di Stéfano recalase en Madrid, el otro conseguirá, en conchabeo con el Ayuntamiento, solventar los problemas de liquidez del club valiéndose de alguna maniobra recalificatoria con los terrenos de la Ciudad Deportiva.

Representan lo mismo, son lo mismo pero sus actuaciones nada tienen que ver. Como el Conde de Lampedussa en “el Gatopardo” cambian todo para que todo permanezca igual.

Esta, en esencia, ha sido la común trayectoria del poder económico en España. De la libretita y vender porteros automáticos en las cacerías (genial Berlanga) hemos pasado al estilo Wall Street. De lo paleto a lo global. Y el poder económico no desandaría este camino, desde luego. Nunca han estado mejor que hoy, nunca han tenido más poder que hoy.

Y la oposición, pretendidamente de izquierdas, les llama franquistas a los pretendidamente de centro. No se han enterado, Bernabéu murió en la cama hace aproximadamente 25 años, muchos de los aficionados creen que Santiago Bernabéu es un estadio y hoy, como ayer, el Madrid se juega la Intercontinental.

EUSEBIO

Miércoles, 20 de mayo de 1.992, cerca de las once de la noche, estadio de Wembley. Desde el borde del área, unos metros escorada a la derecha de la portería, se produce una falta. Ronald Koeman lanza con fuerza y precisión y el balón embiste a la red. Delirio en azulgrana. Foto histórica de una histórica deuda saldada. Recordamos al irascible Stoichkov, al austero Zubizarreta, al genio Laudrup, al imberbe Guardiola... pero pregunten a quien le hicieron esa falta, germen del gol, casi nadie recordará a ese futbolista que no era fuerte, no corría mucho, no sabía regatear, no iba bien de cabeza, no marcaba goles y sólo se le notaba cuando no estaba. Muchos de los que vieron aquel partido dudarían incluso si jugó.

Ese es su estilo, jugar sin hacer ruido, sin dejar un resquicio a la demagogia, tan de moda hoy en el fútbol. Nunca una carrera inútil y a la vez nunca escatimó esfuerzo alguno, siempre en el lugar preciso para cortar, mirar y pasar. Su apariencia menuda le convirtió en sospechoso, su juego mató la sospecha e hizo carne el verbo de Ángel Cappa “el atleta cuando llega acaba, el futbolista cuando llega empieza”.

Austero, fiel reflejo da la Castilla Machadiana “al fin aquí me tenéis, ligero de equipaje”, Eusebio ha sido capaz de jugar quinientos partidos en primera división devolviéndonos el juego perdido, ese fútbol sin aditivos, güisqui sin soda, sexo sin boda, ese buen vino que con el tiempo sólo puede mejorar.

Un recuerdo en estos tiempos de desmemoria, su regreso al Nou Camp. Todos los espectadores, de pie, le aplaudieron a rabiar cuando fue sustituido. El azar quiso que ese partido acabase con triunfo del R. Valladolid, naturalmente el gol lo marco él.

Nadó contracorriente y lejos de ahogarse nos ha dado quinientas lecciones. Hemos disfrutado del fútbol y hemos aprendido a vivir. Gracias.

GLOBALIZACIÓN

Globalización es la palabra de moda. Pretende definir un mundo casi ideal en el que todo fluye con más fuerza y velocidad que las aguas, tras una riada, buscando su cauce original.

Pretenden, los panegiristas del fin de las ideologías, convencernos (vencernos) de las bondades de esta nueva economía en la que la información y los capitales se desplazan con vertiginosos movimientos de cintura y en tiempo real podemos adquirir un paquete de acciones en Canadá o conocer el resultado de cualquier partido de fútbol australiano a la par que los asistentes al estadio.

El resultado, paradójicamente, es el inverso. Tanta globalización desvirtúa los procesos globales. Hundido el artesano y sentenciado a muerte el agricultor nadie tiene ante si procesos completos de producción. Quien, hoy tiene la suerte de poder trabajar, realiza una mísera parte de un proceso productivo que ignora, sólo me interesa mi tornillo.

La concentración en urbes traslada esta paradoja a las relaciones cotidianas. La estructura social de las ciudades no permite relaciones intergeneracionales más allá de las marcadas por vínculos jerárquicos padre-hijo, profesor-alumno...... Hemos robado a los chavales la posibilidad de contemplar la vida como un discurrir y la hemos presentado como una sucesión de hechos que a ti te suceden. Lo pagaremos.

El disfrute de las prácticas deportivas no podía esquivar esta tendencia; pocos son los deportes que atraen la atención, sólo interesan los partidos decisivos y dentro de estos, los momentos culminantes: un gol, una canasta o una bola de partido. Es una visión sesgada, estamos en la cultura de Estudio-estadio.

MUERTE DE UN CICLISTA

Cien veces al año, cien, se repone en vivo la genial película de J.A. Bardem. No está previamente anunciada, se desconoce el lugar y la hora exacta, es un secreto el nombre de los actores, del director... pero inexorablemente se programa. Tras cada proyección se suceden las anónimas y crueles lágrimas en cien hogares, cien, y el recuerdo permanecerá eternamente, cien eternidades de soledad, de ausencia. Cien fogonazos, cien puñales, cien torsos ensangrentados en los arcenes, cien veces cien desesperaciones, cien madres, cien, cien, cien.....

Inexorablemente, como el devenir del después tras el ahora y de este tras el antes, cien cunetas se alimentan de rojo cruel. Inapelablemente cien coches desgarran, cien ambulancias aturden, cien agujeros esperan.   Terca, testaruda, tenazmente... cien.

Una vez, el elegido por la fatalidad, pertenece al idolatrado mundo de lo mediáticamente reseñable, y recordamos a los otros noventa y nueve. Es tan hipócrita el resueno que en la lista de los ausentes nunca aparecen los que usan la bicicleta sin fin deportivo, sólo para ir a su trabajo, a su casa, al bar...para desplazarse sin coche. Utópicos mentecatos del pasado

Cien frutos en flor, cien espigas en primavera, cien colores, cien olores, cien amores pendientes, cien besos robados, cien claveles carmesí, cien cipreses, cien.
Clamamos contra la ley de la gravedad. Pero el coche, que insufla velocidad a nuestro espíritu colectivo, es el fetiche sagrado de nuestra civilización. ¡Ave coche, los que van a morir te saludan!. Cien.

lunes, 25 de octubre de 2004

ESCAPARATE

Cuando cuento todas las horas que uno ha dedicado a practicar cualquier actividad deportiva y se me ocurre añadir las dedicadas a disfrutarlo por la vía pasiva (ver, oír, leer.... reflexionar) me cercioro de, ya sin pasmo alguno, que una buena parte de mis treinta y un años les he dedicado a esto. Supongo que no soy el único. El deporte se ha convertido en el elemento más consumido de los que aderezan nuestro ocio deseado o indeseado (verbigracia el paro).

Nuestra alma social esta más nítidamente reflejada en este “panorama deportivo” que el rostro de Narciso en el agua.

Unos, la mayoría, viven el deporte desde la más absoluta pasividad. Tumbados en el sillón de su casa, sentando cátedra con comentarios tan llenos de ira como vacíos de razón y derrochando la adrenalina acumulada en las horas de trabajo, en el coche...

Algunos dando rienda suelta a sus frustraciones se convierten en un peligroso ciempiés (preciosa metáfora de Galeano) que disfrazado con los colores de un equipo pueden teñir de rojo cualquier acontecimiento.

Otros, no menos, practicándolo. Disfrutando de las posibilidades que el deporte entrega: desde la mera actividad física a la posibilidad de relación.

Todos viviendo en una sociedad en el que el deporte se ha convertido en religión, los orondos empresarios se han convertido en sumos sacerdotes, los deportistas en dioses a venerar de los que conocemos todos sus milagros y los gobernantes pierden el culo por fotografiarse ufanos con ellos y bostezar heroicidades patrias.  Con este panorama la publicación de la carta que ETA ha remitido al futbolista  Bixente Lizarazu ha sido un perfecto escaparate en el que, más allá de la cantidad solicitada, les ha servido para darse a conocer en todos los rincones de Europa.

martes, 5 de octubre de 2004

LA IMAGEN DE ESPAÑA

Polvo en el horizonte, las tres españas cabalgan a lomos de sus corceles: Balón, Pancarta y almidón. Mientras la primera se anestesia y la segunda reaparece tras años de “no sabe no contesta”, la tercera se viste de boda para mostrar una apariencia impoluta, esmoquin sin arrugas que viste mucho entre los que se reúnen para cantarnos que “Europe is living a celabration”. Pero tienen miedo y se ofuscan, el mejor momento para escuchar sus verdades tantas veces escondidas en eufemismos ininteligibles. Tras años de piquete televisivo coreando que España va bien, acusan de trepanar la imagen hispana a quien desafía en carne propia esa consigna por hacerlo delante de invitados de postín. Tal como Juan Diego en los Santos Inocentes. Han vendido frascos con suspiros de la virgen y acusan de herejía a quién sólo ve botes con aire. Cuando la realidad se impone a la consigna intentan cuartear  a quienes sienten como plebe: enemigo en paro, enemigo inmigrante, enemiga mujer... Enemigos de España. De su España homogénea, de su burbuja irreal. Pero hay otra. La que puede disfrutar de un mundial que se acerca y a la vez salir a la calle consciente de que su existencia no es la entelequia que se cuenta en el telediario. Ese caballo llamado Balón no puede permanecer en la cuadra eternamente anestesiado. Corre el riesgo de volver del mundial a las primeras de cambio.