jueves, 1 de noviembre de 2012

LA HISTORIA, UN MUERTO VIVIENTE

Los sepultureros de la historia tienen prisa por enterrar el  reciente pasado que parece morir ante sus ojos. El politólogo norteamericano Francis Fukuyama raudo se aprestó a inhumar, allá por el 92 del siglo pasado, los despojos de la historia; un escritor, Eduardo Jordá, no esperó ni 24 horas para arrojar tierra sobre el cadáver de Miguel Delibes, asegurando que su mundo se había extinguido mucho antes que la vida del literato. 
Pero ambos se quedaron cortos de tierra porque la historia recompuso sus cenizas, salió de la tumba y ahora vuelve a aparecer como muerta viviente o como viva muy viva.  “El gran éxito de la película ‘Los santos inocentes’ se debió a que todos comprobamos con alivio que el mundo de Delibes ya había desaparecido para siempre” dice Jordá. No se sentirían tan aliviados los que pensaban como él si tuvieran a bien levantar la vista para comprobar que los desprecios de los dueños del cotarro al saberse inexpugnables, los distintos servilismos asumidos por los muchos Alfredo Landa que no aciertan a ver otro camino que les garantice un plato caliente, ya no son retahílas contadas por un abuelo pesado, sino escenas cada vez más cotidianas.