domingo, 17 de marzo de 2013

RECORDAD: SABÉIS JUGAR


Las corrientes pedagógicas en vigor tienden a menospreciar el desarrollo de la memoria en los procesos de aprendizaje. Dicho de otra manera, lo que antes era la base ahora es un recurso. Las escuelas de antaño, tan escasas de medios como sobradas de alumnos, seguramente por eso, centraban buena parte de su actividad en la enumeración de interminables listados de ríos, de países con sus capitales, de escritores decimonónicos, de reyes de diversas dinastías o en recitar cómo siete cachorros acorralaban a una loba parda. Los alardes de memoria eran pruebas de inteligencia y cualquier aspirante a erudito gozaba de la admiración de su audiencia cuando, mirando al tendido, ahogaba en datos sus peroratas. La influencia de las nuevas teorías, sumada al hecho de que ahora podamos, con solo pulsar una tecla, tener acceso a cualquier información, ha relegado la memoria a un baúl subsidiario hasta el punto de que haya sido ridiculizada con definiciones como ‘la inteligencia de los torpes’.
Los que nacimos a caballo entre una y otra época aún cogimos el gusto a las enumeraciones y, dado que hasta entonces en el fútbol ningún entrenador había teorizado sobre las ventajas de modificar el equipo cada semana,  podíamos recitar de memoria las alineaciones de los equipos señeros de la liga. A mí, por edad ya digo, y aunque por afición mirase a otros lares, me correspondió aquella Real Sociedad en la que Arconada y Satrústegui eran el alfa y el omega, los Ataulfo y Rodrigo en la correosa lista de los Reyes Godos. Aquel equipo de una modesta ciudad norteña (asociar vasco y modesto tiene su mérito, reconózcanmelo) consiguió el elogio unánime y dos títulos de liga. Desde entonces, treinta años ya, su trayectoria deportiva ha estado plagada de vaivenes que le han llevado a acariciar la gloria, fueron dos veces subcampeones, y a embarrancar en la Segunda División. Institucionalmente no han tenido una línea más regular, ni han sufrido menos sobresaltos. Pero parece que esa incertidumbre acabó, que han vuelto a encontrar el golpe preciso de pedal, y han conseguido aglutinar un grupo que augura la vuelta a los viejos buenos tiempos.
Verles ayer frente al Real Valladolid fue una delicia. Sí, ya sé que nosotros lo hemos sufrido, pero dado lo inevitable de la derrota, hecho que dimos por cierto demasiado pronto, en cuanto vimos a unos y a otros, lo mejor que se podía hacer era disfrutar del talento, la velocidad y la precisión de esa pareja de diablos heredera de López Ufarte: Vela y Griezmann; del orden, la sincronía y el dominio sobre el juego de los hijos de Jesús Mari Zamora:Illarramendi, Pardo y Zurutuza... En San Sebastián gozan y temen a partes iguales, gozan de un fútbol de alto voltaje y tiemblan ante la cierta acometida de equipos más ricos y voraces dispuestos a engrosar sus plantillas con alguno de los jugadores de esta Real Sociedad que se tragó de un bocado a un Pucela cariacontecido. Un Pucela que pasó por la Bella Easo como la luz a través del cristal, sin romperlo ni rasgarlo. No hubo espacio para extraer ninguna conclusión positiva. Supongo que Rama, debutante como titular, se pregunte dónde se ha metido.
Debe ser que estos chicos, jóvenes como son, pasaron por una escuela en la que la memoria no se ejercitaba y, quizá debido a ello, no recuerden que pueden jugar mucho más y mucho mejor que en San Sebastián. La memoria será, en este caso, el bálsamo que cure la melancolía y estimule el apetito, porque si no quince días sin competición pueden hacerse muy largos.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 17-03-2013