lunes, 29 de diciembre de 2003

CASTAÑERA A TUS CASTAÑAS

La ingesta de turrón produce vómitos de falso humanismo, el caso es que en estas fechas de apareamiento incestuoso de la carne y el espíritu, del alegre capital con luces de neón y la negra iglesia, cargamos a nuestros atribulados oídos con sartas de sublimes tropelías que nos subyugan ubicándonos bajo el mazo del mercado o el catón de los dogmas. Las del capital justificadas por su esencia de lobos hincando sus dientes en los enclenques corderos de nuestras carteras; se deben analizar para conocer sus arteros empeños y defendernos pero no caben reproches, es su naturaleza. 

Pero la iglesia, amigo Sancho, esconde sus fauces bajo la figura de un pobre niño recién nacido y ya perseguido por “las iglesias de entonces”. Bajo esa apariencia inofensiva extiende e impone sus valores particulares tapizándolos de universales a una sociedad inerme por medrosa. Así seguirá mientras no acordonemos el terreno que a una confesión religiosa le corresponde en un estado aconfesional: sus templos y sus fieles. Ni un metro, ni una constricción más.