Los agoreros son esas personas con capacidad para imaginar los caminos
que ha de recorrer una mala situación para llegar a empeorar. Si, por
que las cosas son como son, la realidad les da la razón, apretarán más
el tornillo, y dirán, con toda solemnidad, que aún no hemos tocado
fondo. Son así, sin más argumento que la tristeza de su alma, siempre
encontrarán un síntoma del que colegirán un inminente agravamiento de la
situación. Esa tristeza conlleva, al menos, otras dos desventuras
consecuentes: de una parte, la imposibilidad de gozar de las cosas
corrientes, hecho que, y es de agradecer, sufren en silencio; de otra,
les resulta sospechoso de vacuidad ética o intelectual aquel que
disfruta de nimios placeres en medio de la tempestad. Mayor aún es su
desprecio cuando estos placeres son compartidos por lo que ellos,
despectivamente, definen como masa, esa multitud informe de gentes que
disfrutan a la par. A ellos, tan suyos, les repele la palabra
mayoritario.