lunes, 28 de agosto de 2017

La comunicación se torna imposible cuando dos personas, en sus sucesivos papeles de emisor y receptor, dotan al mismo significante de significados tan diferentes que a veces parecen opuestos. Ocurre cuando el deseo de los interlocutores no apunta tanto en la dirección del acuerdo o en el cuestionamiento de las propias certezas cuanto en el objetivo de imponerse. Los que detestan el fútbol, por ejemplo, lo pretenden ridiculizar reduciendo su complejidad a «22 tíos en calzoncillos dando patadas a una pelota». Podrías responderles que eso es una simpleza y que, de igual manera, estarías en disposición de encontrar una definición que ningunease hasta la más bella de las Bellas Artes. Pero, piensas pero callas, ¿para qué rebatir? Todo lo más para dar inicio a una estéril sucesión de lugares comunes que suele terminar con un «claro, tú lo defiendes porque te gusta».