Ha pasado tiempo suficiente para que la actualidad degluta
la actualidad y ya estemos a otras cosas. Pero mi cabeza aún anda dibujando un
ribete en la reflexión sobre las imágenes de los berridos entre chicos y chicas
de los colegios mayores reseñados estos días. Será porque (hace ya 35 años)
sufrí una pésima experiencia que aún me incomoda.
Verán, me negué a participar en actividades que como recién llegado se supone me correspondían. Ritos de integración -decían. Lo siento, no es manera –entendía yo. A partir de ahí, las represalias. La primera, la ‘desocialización’: Los ‘veteranos’ te negaban la palabra e imponían al resto de ‘novatos’ el mismo proceder. 35 años he dicho, vaya, que la conducta reflejada no es coyuntural sino estructural.