jueves, 3 de noviembre de 2016

NO LES HACE FALTA

Al final resulta que la socialdemocracia era eso, algo parecido a una póliza de seguro que cubría a los dueños del capital del riesgo cierto de explosión social. Durante decenios, en Europa Occidental se nos vendió este modelo como el resultado de un consenso social, como el mejor de los sistemas posibles, el único que hermanaba los intereses de los dueños de las grandes compañías con el de sus trabajadores. Los primeros aceptaban una serie de condiciones que permitían a los segundos el desarrollo de una vida digna. Aquellos seguían acumulando y estos vivían razonablemente bien, condición sine qua non para que el estallido social no se produjese. Una especie de Arcadia en la que todo el mundo tenía su asiento de felicidad. 
Hubo factores externos que contribuyeron a mantener vigente la póliza: de un lado, el miedo cerval al demonio rojo del este; de otro, la posibilidad de proveerse de recursos materiales en lo que se llamaba tercer mundo. Nadie, casi nadie, se preguntaba el porqué. Estado del bienestar, lo llamaron. Se estaba bien, buena gana. En estas condiciones, los estados cumplieron su papel. Los partidos de base socialdemócrata implantaban sus políticas y los conservadores no encontraban manera de vencer electoralmente si no era asumiendo los principios de su rival.