jueves, 15 de mayo de 2014

EL HUESO Y EL CALDO

Muchas de las películas de John Ford entran dentro de la categoría de westerns, pero si hay algo que las ha convertido en obras de arte imperecederas es que el viejo Oeste no era más que un decorado, una excusa para acercarse a lo que de verdad le importaba: el ser humano expuesto a situaciones límite en un medio hostil. ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, por ejemplo, bien pudo haber sido ideada como una película de romanos o ‘La diligencia’ como una road movie ambientada en los años cuarenta, esencialmente hubieran sido las mismas. Los valientes se hubieran seguido comportando como valientes y los cobardes como cobardes; quien tiene el poder hubiera utilizado las mismas estrategias y quienes no lo tienen se habrían aferrado a las mismas emociones. Al fin y al cabo, es muy poco lo que cambia en la historia de la humanidad salvo el decorado que va evolucionando.