Apelamos demasiado al sentido
común como si este fuese una ciencia exacta o una fuente neutra de
conocimiento, como si su uso nos permitiera descifrar los enigmas de la vida
diaria. Voltaire afirmaba que el sentido común no es nada común. Para nuestra
desgracia no cabe afirmación más falsa ya que, por una parte, no se le puede definir como sentido y por la otra, sí es demasiado común. En esta
segunda aseveración radica buena parte de su inmerecido prestigio: (casi) todo el
mundo tiende a creer que son el resto quienes carecen de esta ‘cualidad’.
Ocurre como con la inteligencia, debe de estar bien repartida porque nadie se
queja de la suya.