domingo, 9 de marzo de 2014

SOLO ALGO MEJOR

Cuando recibió el aviso de que Jeanne St. Jean había roto aguas, la anónima matrona, como cada vez que era requerida para ejercer su profesión, preparó el material necesario y se puso en camino. Para ella se trataba de un parto más, cierto es que los Bernadotte eran una familia con posibles, no en vano, Henri, el padre, era procurador en Pau, pero ni ella ni nadie en esta ciudad francesa podía pensar que ese día fuera a quedar apuntado en los futuros manuales sobre la historia de Suecia. Con el pasar de los años, el pequeño Jean-Baptiste se enroló en el ejército. Tras el triunfo de la Revolución, subío con inusitada rapidez los peldaños del escalafón militar hasta alcanzar el último, fue convertido en mariscal del ejército napoleónico. En 1808 estuvo al mando de las tropas francesas frente a las suecas. No tuvo éxito pero su labor no debió pasar inadvertida para sus rivales ya que dos años después fue reclamado para ocupar el trono vacante. Aquel frío día de enero, la matrona caminaba sin saberlo, y quizá nunca lo supiera, para ayudar a nacer a un futuro rey.