jueves, 29 de octubre de 2009

TEJIENDO BRAZADAS

Buena parte del camino entre la capital y Sardón discurre paralelo y contracorriente a la línea de agua que es, a la par, el eje que vertebra el campo de cigarras castellano y su excepción. Ese tramo adolescente del Duero acompañó las fantasías de la niña que habría de hacer del agua, troceada en ocho calles, la línea por la que transita su vida. Esos escasos treinta kilómetros eran la frontera, una puerta entre la jaula y la libertad que Henar Alonso-Pimentel franqueaba siempre que estaba en su mano acudir al pueblo que adoraba. La niña Henar practicaba todos los deportes porque todos le gustaban aunque lo suyo, creía, era el baloncesto. Nada extraño para una chica tan alta y con tal capacidad de coordinar, en la tierra y en el aire, los movimientos de su cuerpo. Sin embargo, una prima le invitó a una piscina cubierta y el agua, también, se enamoró de su sincronía. Tenía apenas diez años. Poco después ganó una prueba de cincuenta metros mariposa. Parecía que el noviazgo se consolidaba pero, como en toda historia de amor que se precie, surgieron esas pruebas que rompen o cuajan una pareja. Una neumonía rompe, durante un año, la incipiente relación. El señor Alonso-Pimentel, por otra parte, no aprueba -ni impide, eso sí- la decisión de su hija. Prefiere que se dedique a un deporte de equipo.

EL TRIENIO LITUANO

Fue el momento en que el CB se quiso hacer grande y puso para ello el mejor de los pilares: Arvydas Sabonis, junto a él fueron llegó Homicius al que luego sustituyó Tikhonenko. Tres años duró el intento, un trienio en el que, con Javier Casero al frente de la nave,  el CB Valladolid consiguió un sexto, un séptimo y un octavo puesto con unas excelentes actuaciones de Reyes, hasta el punto de encontrar plaza en la selección española en la que jugó ocho veces. Miguel Ángel lo quita valor ‘en realidad jugué porque (el seleccionador Antonio) Díaz Miguel se aburría, antes de que acabasen las eliminatorias finales llamaba a una selección B y se pasaba el día entrenando. 
Pero la realidad volvía a imponerse a las expectativas, Sabonis fue a Madrid y la plantilla se desmanteló. Miguel Ángel volvió a la capital pacense. ‘La oferta económica era muy buena y podía volver a casa ‘pero el regreso no fue, al menos al principio, como lo hubiera deseado, fue el peor año de mi carrera’. Estuvo allí dos años más, en el primero de ellos consiguieron un hito en la historia del deporte cacereño, acabar en el quinto lugar de la clasificación. En Cáceres comenzó a jugar de tres (alero alto) siguiendo la estela de Andrés Jiménez ‘ahí te das cuenta de que estás entre tres y cuarto y cuatro menos diez, te falta cuerpo para ser un cuatro pero no tienes la destreza para ser un tres’. De Cáceres fue a Vitoria, a un Tau que empezaba a ser lo que es. Consiguió una Recopa de Europa (por mor de los enfrentamientos entre la FIBA y la ULEB ese año se denominó Copa de Europa). En aquel equipo lanzaba sus primeros tiros a canasta un barbilampiño Jorge Garbajosa.
Sin salir del norte fue a Torrelavega, al Caja Cantabria. Se salvaron por un punto de disputar el play-off por evitar el descenso pero ‘desde el punto de vista deportivo fue mi mejor año’. El entrenador de ese año fue un antiguo compañero en el Forum: Quino Salvo. Nueva escala en Valladolid bajo el manto de Gustavo Aranzana. Terminada la temporada 99-00, Miguel Ángel emprende su última aventura, esta vez sus maletas viajaron a León. El año empezó muy bien pero, a partir de una gripe no volvió a ser el mismo ‘tenía molestias contínuas y estaba cansado y cascado’. Lo dejó en este punto. Cierto es que jugó un mes más, fue en Salamanca y por un compromiso adquirido.
Hoy, después de trabajar tres años en el campo de las inversiones artísticas, es el responsable comercial en Castilla y León y Cantabria del Biotecnology Institut, una empresa que ofrece sistemas de implantes dentales. El gusanillo del baloncesto lo mata jugando algún torneo de veteranos. Junto con Mike Hansen y Mateu, pretenden crear un equipo de veteranos del CB Valladolid.
Muchos kilómetros, tantos que, ante la falta de raíces físicas, tuvo un asiento más humano: se enamoró muy joven y Cuca, su mujer, le ha acompañado en todas estas plazas ‘a cambio ahora vivimos en su ciudad, en Palencia, me gusta porque es muy tranquila, me recuerda a Cáceres y estamos a un paso de Valladolid’.
‘Tenemos tres hijos, Alejandro tiene dieciséis años, Álvaro trece y el Alonso seis’. Los dos primeros juegan al Baloncesto, el mayor ha estado esta temporada en el equipo Junior del Baloncesto Valladolid y está muy ilusionado porque hará la pretemporada en el primer equipo con Porfi Fisac. Su hermano juega el infantil de CB Palencia y el pequeño, de momento, da guerra en casa.
La descendencia de los Reyes de la estirpe de Miguel Ángel parece asegurada. Tendrán que seguir preparando maletas.

CUESTIÓN DE COJERAS

Sin que sirva de precedente les voy a contar una anécdota personal. Llevaba varios años sufriendo algún calambrazo en la rodilla, precisamente la izquierda. Una sensación incómoda y molesta pero fugaz y asumible. No le di ninguna importancia ya que ocurría de tanto en tanto, pasaban meses entre un ataque y otro, y duraba lo suficientemente poco como para no incordiar mi ritmo de vida habitual.  

Hasta este mes de marzo. Las molestias persistían de forma continuada y decidí acudir a mi médico. De ahí al traumatólogo quien, tras las pruebas pertinentes me planteó las ventajas y los inconvenientes de una operación. Al final pensé que la artroscopia podía paliar el problema y decidí que se llevase a cabo la citada intervención. Estaba ya en la lista de espera.

Pasados unos días recibí una llamada telefónica. Una señora, amablemente, me conminaba a acudir a dos clínicas privadas que tienen un concierto con la sanidad pública. Sus argumentos: lo harán tan bien como en el Clínico y le podrán operar en breve. Cuando le mostré mi interés por ser atendido exclusivamente por la sanidad pública le tornó la voz y me dijo, más áspera, que, si esa era mi elección, tendría que esperar varios meses para que fuera posible. Bien, le dije, esperaré. Está usted en su derecho, apostilló como si le hubiera dicho algo incomprensible pero que ella no podía evitar. Vamos, como si, teniendo billete de tren para ir a Cádiz, le hubiera planteado que mi decisión era llegar caminando a la Tacita de Plata. Usted mismo, remató.

Me quedé con mal cuerpo. Y sin entender nada. Si convenimos que la atención sanitaria es un derecho y los poderes públicos se vanaglorian del sistema público de sanidad ¿cuál es la trayectoria que ha facilitado al secuestro de alguno de los servicios por parte de la privada? Me dirán, con razón, que el derecho sigue existiendo y que la operación, en uno u otro sitio, se va a realizar. Cierto, pero me preocupa. Si una clínica privada puede ofrecer un servicio que, posteriormente, la Junta le retribuiría ¿por qué no lo puede ofrecer directamente el SACYL? El centro privado tiene la necesidad de presentar cuentas de resultados y el carácter de empresa les obliga a obtener beneficios, los convenios que tienen con la Junta les producen dichos beneficios. Si ellos lo hacen ¿por qué no es la propia Junta la que invierte el dinero que les paga a estos centros en mejorar la calidad de la atención?

Los conciertos sanitarios, como los educativos, detraen dinero público –de todos- para fortalecer empresas privadas y eso es un contrasentido dado que el fin de los impuestos es la redistribución. Este tipo de prácticas fortalecen a los inversores privados al ponernos a todos como clientes de sus empresas. Los centros públicos van perdiendo peso y, como en todo fenómeno de erosión, se van debilitando las bases sobre las que se asientan. En primer lugar las ideológicas: la consciencia social del valor de un derecho. Posteriormente las económicas... y al final resulta que se tomó esta decisión porque no había más remedio. Y nos quedamos sin dinero ni capacidad de respuesta social contundente. Aún queda pero el camino ha comenzado.

Sólo valoramos lo que tenemos cuando lo necesitamos y cuando lo perdemos suele ser tarde para que la reacción sea eficaz. Quizá falte en nuestra sociedad una “cultura de lo público”, una mezcla entre la reclamación de un derecho y el uso correcto de éste. Para que un servicio público sea eficiente es necesaria la complicidad de todos y, por tanto, debemos usarlo de forma sensata, de esta forma todas las personas -al menos las que no tenemos capacidad para afrontar las minutas de un centro privado- nos beneficiaríamos.

La exigencia ha de ser máxima pero mesurada. La privada podrá aportar un confort que es imposible, e injusto, reclamar a la pública pero en las prestaciones no puede haber merma. Hay radica el límite. Nuestra obligación, como ciudadanos es esperar lo que es razonable, lo cual no implica callar cuando hay que esperar más de lo justo por una mala gestión.


A ver hasta cuándo cojeo. A ver si la sanidad pública refuerza sus piernas.