lunes, 23 de noviembre de 2015

LAS PUERTAS DEL PARAÍSO


Los libros sagrados son un totum revolutum incoherente con ellos mismos porque pretenden, y consiguen, tocar todos los palos del ser humano y este es, en esencia, contradictorio. Cualquiera de nosotros arranca un día con ganas de mimos y al otro, vaya usted a saber por qué, se levanta con el pie cambiado y todo parece molestar. Quizá esto explique la longevidad de estos textos, sirven para un roto y un descosido. Quizá ahí radique también que haya servido para dar cobertura a formas de pensamiento radicalmente opuestas, que en el nombre del mismo Dios se hayan perpetrado los actos más viles y escrito las respuestas más dignas. Nada distinto de lo que ocurriría si no hubiera habido quien sacralizase página alguna. Al menos, en este segundo caso, nos evitaríamos el sonrojo de contemplar el recurrente recurso a lo sagrado para justificar la propia miseria de la que están plagados los libros de historia.