martes, 19 de diciembre de 2023

EL POLVO DE LA PERSECUCIÓN

Me encontré con 'Comanchería' por casualidad, por una decisión ajena, la del programador de RTVE. Cuando se proyectó en las salas de cine, esta película dirigida por David Mackenzie no fue capaz de atraer mi atención. Al toparme con ella en la web de la televisión pública, pinché más por curiosidad que por determinación; total, con idéntico esfuerzo podía dar por concluida la sesión. Media hora después, la huida hacia adelante a través de los desolados parajes del oeste tejano del par de hermanos Howard en pos del imposible retorno a un pasado inapelablemente pasado me mantenía absorto. No poca parte de la 'culpa' correspondía a una cautivadora banda sonora en la que, y ya era complicado resaltar, destacaba 'Dust of the Chase' –el polvo de la persecución–', de Ray Wylie Hubbard. La nostalgia, el desarraigo de un mundo que te abandonó, trasiegan las estrofas:«He caminado atravesando los verdes pastos de Dios bajo estos ricos cielos azules». La imagen se me presenta diáfana al observar al grupo del Pucela abandonar los verdes pastos del Estadio de la Cerámica: Allí, apenas ha transcurrido la eternidad de ocho meses, el Valladolid en Primera División se impuso al Villarreal. Ahora, algunos jugadores, cabizbajos, recordando en medio de la tormenta aquellos cielos azules, lamentan la derrota ante el filial del equipo entonces abatido. Ahora, a todos les indaga un '¿cómo pudo ser?', les urge una respuesta que no hallarán; cada uno sentirá un abatido lamento «estoy perdido en el polvo que levanta mi vida al huir».

PERMISO CONCEDIDO

Tiendo a justificar conductas cuando con ellas concurre que obré de forma similar a la que en ese determinado presente centra la controversia. Tiempo atrás, sea el caso, cuestionando el papel de los ejércitos, abogando por una insumisión a los ‘deberes’ militares, me concentré ante la sede del PSOE; incluso, para dificultar el desalojo, nos encadenamos en su interior. No debieron ser pocas las veces porque cuando entré sin tal propósito -cuando simplemente acudí para encontrarme con AE, con quien había quedado- la persona de recepción, al verme, alzó el auricular del teléfono con la pretensión de informar a la policía de una supuesta algarada. Lo hice; si me enorgullezco por ello, no encuentro a priori argumentos para cuestionar que otras personas con las que no comparto propósito actúen de forma similar.