¡Este partido lo vamos a empatar! Año
94. Bochornazo en el Valladolid-Celta. Y no sólo por el calor del nonato
verano. Unos mordían la tabla salvadora de la promoción en el Salto del
Caballo, los otros no descendían. Y todos tan contentos. Incluidos los que
pagaron por ver ¡un partido de fútbol!. Desprecio para el espectador, desprecio
para el resto de contendientes, desprecio para el deporte. Donde dos debían
contender se limitaron a mirar al cielo, por si llovía, no vayan a mojarse. Los
desmarques, quiebros, pases verticales, profundos, la búsqueda del gol fueron
suplantados por toquecitos horizontales hasta conformar un esperpento del que
mofarse sino fuera por el perjuicio acarreado al resto de los implicados. Me
dirán que hace siete años, vaya actualidad. Pero el 0-0 de Aznar-Zapatero
destilaba el mismo aroma. Incluso apareció el insufrible que siempre nos
encontramos en el estadio. Con la baba hasta los pies de adular al jefe resbaló
y tras el golpe en la cabeza comparó “El Quijote” con los jarlenglobertrotes.
Me hubiera reído de no haber sido un ministro.