Solemos decir que las criaturitas hacen lo que ven, repiten
lo que oyen. Les planteamos callejones sin salida en forma de falsos dilemas
-¿a quién quieres más, a papá o a mamá?- y en venganza una niña espeta a un
alcalde que a dónde preferiría dedicar los recursos, a replantar hectáreas
amazónicas o a reconstruir Notre Dame. El preboste cae en la trampa y elige
una. Aporta peregrinas razones para optar por Notre Dame. Las criaturas,
sugestionadas por la última moda, se sorprenden por la elección. Una parte de
la oposición social, para atizar al munícipe, se regodea con las respuestas
infantiles; con lo cual, a su manera, también caen en la misma trampa, eligen
una de las dos. Bien que la política es tener que decidir cómo repartir los
dineros, pero sabiendo que ambos, el patrimonio natural y el cultural, han de
ser cuidados aunque solo sea porque no somos más que unos depositarios
temporales de la belleza, del patrimonio, de la memoria; en fin, del inmenso
legado recibido de la naturaleza y de nuestros antepasados.