Ahora pienso que es bastante probable que hace poco más de
un lustro yo estuviera equivocado. Por aquel entonces, acababa de ver la luz
una organización que era de todo menos lo que yo entendía por una organización.
Al fin y al cabo, Podemos tenía más que ver, en cuanto a su estructura, con un
movimiento difuso que pretendía rodear de ilusión y de propuestas un espacio
social que se sentía maltratado por los efectos de una multicrisis que por una
estructura sólida en la que personas con fines similares aglutinan sus fuerzas
para intentar conseguirlos. En ese sentido, la irrupción de Podemos, ya desde
su propia configuración, deparaba la ruptura con el modelo clásico de
organización, incluso con la ‘organización’ como concepto; suponía, por ello, un
nítido paso atrás. Echando la vista hacia el pasado -el tiempo allana el
horizonte, permite observar con calma, englobar más elementos en la mirada- algunas
preguntas encuentran respuesta. En paralelo, por esa misma distancia -se difuminan
los perfiles, rebrotan las dudas- algunas respuestas vuelven como un bumerán en
busca de pregunta.