domingo, 21 de agosto de 2022

LA CONDENA DE SER PEOR NO CONDENA

“Siendo peores, no conviene dar ventajas”. Como si fuera un juego de frases encadenadas, este artículo arranca con la misma oración con que concluía su hermano de la jornada anterior. Tal cual entonces, un error grosero, en este caso de Asenjo, ha privado al Pucela de la posibilidad de ensacar mayor botín. Una recompensa seguramente injusta, pero esto va de goles, no de merecimientos, y hasta ese crepuscular yerro del portero el marcador hablaba en blanquivioleta.

Referida como está al R. Valladolid, esta sentencia admite de inicio una circunstancia: futbolísticamente es peor que los rivales contra los que ha jugado, que la mayoría de los oponentes a los que habrá de enfrentarse. Y todos, en este contexto, entendemos el significado de ‘peores’. Bueno es asumir la realidad, no como flagelo sino como punto de apoyo para voltearla. El ser peor es una fotografía, una imagen estática. Cabe la evolución, lo que es hoy, mañana puede dejar de ser. Ser peor en una faceta, no conlleva ser menos espabilado. Y en el fútbol, la viveza aporta los frutos que un talento amorfo va perdiendo por el camino. Ser peor, como suma de calidades individuales, no supone que el resultado final sea también peor. Un bloque es un ecosistema, no el simple resultado de una adición de piezas. Al fin, ser peor no implica carecer de virtudes. Detectarlas y explotarlas, labor asumible, se convierte en obligación.