jueves, 30 de enero de 2014

A LA DERECHA DEL PISUERGA


El carpintero pulía el listón con la garlopa, cuando observó que en el poyo de la ventana del taller se había posado un cuervo. El hombre frunció el ceño, se irguió, apuntó  y con un certero garlopazo dejó al cuervo patas arriba mientras poco más de media docena de plumas flotaban sobre el cadáver. Su hijo, presente como cada tarde en el taller, le reprendió: Papá, ¿por qué has hecho eso? El padre, que había recuperado su habitual sonrisa tras el ajusticiamiento del ave, puso el brazo sobre el hombro del chiquillo y con un tonillo enigmático le respondió: Mira hijo, sabiendo lo que fue capaz de hacer una paloma ¿qué no podría hacerme un cuervo?