jueves, 8 de octubre de 2015

NO ES PRÁCTICO

Curioso país este, que luce entre los suyos, reales o ficticias, dos locuras por antonomasia. De ninguna de ellas, sin embargo, estamos seguros de que fueran tales. Alonso Quijano, dicen, perdió la cordura de tanto leer. Quizá, de tanto leer, se sintió extraño en un mundo iletrado y encontró en la locura el refugio para ser y sentirse libre, para hacer y deshacer sin miedo a portar el estigma con que se castiga al que piensa distinto. Vamos, al que piensa. El Quijote, ya digo, quizá, no estaba loco, pero quiso que los demás lo creyeran. De esta manera prefirió portar una bacía sobre la cabeza que dejar cubrir sus carnes con el sambenito. Mejor que se rieran a ser públicamente quemado. 
La reina Juana, dicen, por amor perdió el seso. Quizá, de tanto amar, se sintió extraña en unos palacios en los que los sentimientos no eran sino una rémora para las ambiciones. Su razón cuestionaba la escala de valores y no supo verlo. Juana, ya digo, quizá, no estaba loca, pero los suyos, padre, marido e hijo, quisieron que los demás lo creyésemos.