lunes, 18 de marzo de 2024

LAS PIEDRECILLAS INSUPERABLES

Con asiduidad, cuando se observa que algún reguero de agua discurre turbio, se recurre al «¿En qué momento se había jodido el Perú?», la pregunta que atormentaba a Santiago Zavala desde el arranque de 'Conversación en La Catedral', la novela, tercera suya, quinta mía –la publicó en 1969–, de Mario Vargas Llosa. Debe de ser porque en el pueblo de mi infancia –matizo con 'de mi infancia' no debido a que posteriormente dejara de sentirlo como propio, sino asumiendo que el pueblo en el que se desliza la niñez se conforma como un escenario con identidad propia– contaba más pocilgas que catedrales, porque cuando superé la media docena de palmos de altura me encargué de adecentar más cochiqueras que ábsides, acarreé más panija que velas, rellené más pesebres que patenas; prefiero echar mano de la manera en que Cantinflas en 'El padrecito' –«Ahí es donde la puerca torció el rabo»– señala ese momento crítico, ese punto, acaso imperceptible, en que se empezó a complicar, acaso definitivamente, el retorno al sendero virtuoso.