El chaval caminaba sobre los acantilados en los
que el mar golpeaba produciendo sonidos como de viejo con carraspera.
Había salido, sin más, a dar un paseo. Andaba pausado, tratando de
aspirar todo el oxígeno que el reflujo del mar traía consigo, tropezó
por no mirar al suelo. Al agacharse pudo ver que no era una piedra sino
un libro el objeto que a punto estuvo de enviarle al suelo. Miró la
tapa. Química. Lo abrió por una página indeterminada, leyó, nitrato de
plomo, y levantó la cabeza. La agachó de nuevo, pasó de golpe un puñado
de hojas y volvió a leer, nitrato de cobre. Repitió la operación una
vez, nitrato de plata, y otra, nitrato de hierro. Cerró de golpe el
libro y lo lanzó al agua. «Si no trata de nada, vaya mierda de libro».
Imagino que leer el acta que haya podido escribir el árbitro produce una
impresión semejante. Goles, ni trato; tarjetas, ni trato; incidencias,
ni trato. Si en vez de por el acta, el juicio se realiza tras haber
visto el partido, deja de ser impresión para convertirse en
constatación: el partido fue para los amantes del fútbol lo que una
película de Ozores para la Seminci.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.