Cuando aprendía a jugar al tute, los abuelos de Rasueros me apremiaban a sentarme con ellos para echar la partida: cuando hayas pagado unos cántaros de vino ya verás como dominas el naipe. Bien sabían que cuando el yerro se paga, la enseñanza no se olvida. No hace aún dos meses el Valladolid permitía que le remontaran dos goles en Soria. La lección fue explicada con nitidez, pero no la debieron asimilar. La resaca navideña condujo al olvido y de aquel partido nadie extrajo su jugo. Hoy se ha vuelto a repetir. el Almería, sin otro argumento que el deseo, ha tumbado al Valladolid en la lona de la vergüenza. El equipo pucelano en la segunda parte parecía un híbrido con la memoria de un pez y la ausencia de convicción de una oveja bobalicona. O eso, o no han pagado los pertinentes cien cántaros de vino requeridos lo que nos arrastra una reflexión de mayor enjundia. Estas derrotas se producen cuando mejor pintan las cosas, cuando la palabra descenso debería haberse alejado de nuestro vocabulario, cuando el nivel de las aspiraciones debería haberse elevado unos metros. Me rebelo contra este equipo como metáfora de la pobreza de espíritu que, de cuando en vez, asola esta tierra.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
lunes, 16 de febrero de 2009
lunes, 9 de febrero de 2009
TARDE CON AROMA DE COCIDO EN LA LUMBRE
Cuando las vacas eran vacas, antes de que la burocracia las encarcelase, cuando la cocina no se deconstruía, el cocido bullía en la lumbre y se jugaba al fútbol así. Con los ingredientes justos y de sobra conocidos, sin exquisiteces ni luces de neón, se elaboraba un mismo sabor que se ofrecía día tras día y cada día parecía distinto. Ayer Zorrilla disfrutó con uno de esos espectáculos que retrotraen a aquellos días en que éramos algo más jóvenes. Un partido recio, sin alardes pero sin concesiones, un muestrario de valores del viejo fútbol. Hubo algún detalle esporádico de calidad -los taconazos de Goitom- pero el resto se resume en orden, disciplina, esfuerzo y pierna dura. Un espectáculo al que acompañó, además, la grada. El Athletic es un clásico, con el Barça y el Madrid conforma el trío de equipos que han participado en todas las ediciones de la liga, y su afición merece que siga siendo así. El ambiente previo en la ciudad y el colorido del estadio muestran la verdadera dimensión del mayor espectáculo del mundo cuando lo entendemos simplemente como lo que es: un espectáculo. La pasión que retroalimenta a jugadores y aficionados tiene que ser condimento para el gozo y no excusa para la violencia que tantas veces lastra la imagen del fútbol.
FIN DE TRAYECTO, NUEVO CAMINO
Dicen que una
crisis es una oportunidad y es cierto pero hay dos cuestiones que abordar. Por
un lado, qué hacer en el entretanto con el sufrimiento que se genera y por otro
qué camino seguir para aprovechar la enseñanza y qué rumbo tomar para estar en
mejor situación más adelante.
Muchas de las
personas que hasta ayer trabajaban hoy ya no lo hacen. Otras muchas tienen que
vivir con menos. En nuestras vidas se ha acomodado un vecino hasta ayer
desconocido: el miedo. No es tanto lo que ahora nos pasa cuanto la
incertidumbre que genera el desconocer sobre qué bases se asentará el mañana
más próximo. La vida que discurría dura pero plácida ha estallado para muchos
de nosotros en mil pedazos. Y nos ha encontrado inermes. No tenemos buena
defensa porque estábamos acostumbrados a mirar hacia arriba, a pensar que el
ascensor nunca frenaría y que los que estaban abajo en época de bonanza eran
seres ajenos a nosotros. Olvidábamos que nuestra sociedad está hilvanada con
hilos de agua y que nuestro futuro depende de las decisiones que tomen otras
personas a las que no les interesamos. Hemos construido nuestras vidas sobre un
vacío, un modelo económico que se asemeja a cualquier juego de azar. El ritmo de los despidos avanza inexorable y cada
día más personas sufren el drama de la intemperie económica. Una situación en
la que no sirve el sálvese quien pueda. Somos parte del mismo problema y hemos
de plantear soluciones colectivas. Hablan de reanimar la economía con los
mismos parámetros que nos han traído a este fracaso pero se equivocan, el
tiempo viejo ha muerto y si revive volverá a ser a costa de la mayoría de las
personas.
El crecimiento
del que nos hablaban durante los últimos decenios era un envase de aire. Un
crecimiento que ha enriquecido a muy pocos a cambio de un colapso que pagaremos
la mayoría. Una época en la que el crecimiento del beneficio de las empresas
repercutió poco o nada en los derechos de los trabajadores, mudos en muchos
casos, que ahora sufrirán la presión de las empresas que saben que mano de obra
hay en exceso.
Han retorcido
el idioma para llamar libertad a esto. Pero es mentira, no podemos ser libres
si las principales decisiones sobre nuestras vidas están en manos de otras
personas. La libertad de mercado hace libre al mercado, pero esclaviza a los
que lo padecen. En sus mejores sueños han ofrecido una calidad de vida digna
para la sexta parte del planeta a costa de esquilmar los recursos que la Tierra
nos ofrece. No da más de sí, esto es lo que había. Se han privatizado las
decisiones vendiéndolas al mejor postor y nos queda muy poco en manos de todos.
Hasta el Presidente del Gobierno tiene que suplicar a los bancos y eso que ha
puesto en su mano parte del patrimonio público. Nos queda tan poco que es hora
de revertir la situación empezando por frenar el deterioro de las joyas de la
corona: la sanidad y la educación públicas. Hemos de estar atentos y no admitir
recortes porque son parte de nuestro patrimonio y porque garantizan derechos
que no podemos perder. A partir de ahí se abre la hora de la audacia. Hemos de
ir enterrando poco a poco este pasado ilusorio para crear unas condiciones de
mayor dignidad, si no es por solidaridad tendrá que ser por egoísmo. La crisis
servirá de poco si pretendemos recrear un mundo como del que venimos. El
planeta ofrece recursos que garantizarían una vida digna a todas -sí, a todas-
las personas que en él habitamos y éste ha de ser el objetivo irrenunciable. La
codicia nos ha cegado y nos ha llevado a competir en una guerra de barro en la
que teníamos los ojos cegados. La competencia como paradigma de la calidad de
vida ha mostrado su lado corvo. La organización política, económica y social
tiene que modificarse en lo sustantivo, como sociedad tenemos que armarnos de
instrumentos que propicien una vida distinta, una vida mejor. Una vida digna
como soporte de la libertad, como corolario de la justicia.
Publicado en "Delicias al día"
lunes, 2 de febrero de 2009
LA MERLUZA EN EL PLATO DEL POBRE
Febrero nos devuelve la sonrisa tras un enero negro en el que el Valladolid se había perdido en un túnel del que no encontraba la salida. El golpe en la mesa destierra los fantasmas que rondaban por el entorno e insufla la dosis de tranquilidad necesaria para afrontar los próximos partidos.
Parece, en cualquier caso, que se repite la dinámica de la primera vuelta: la incapacidad manifiesta para obtener buenos resultados frente a los equipos que bucean en el fondo de la tabla y la solvencia ante los que transitan en la parte noble de la clasificación. Esta realidad, por insistente, no puede ser fruto del azar estadístico, sino la prueba del nueve de la validez del estilo. El Valladolid responde si no dirige el partido pero muestra su incapacidad cuando es el responsable de escribir el guión del juego. Esta situación desnuda las carencias de la plantilla, la falta de un medio centro con capacidad organizativa o la de un delantero que remate todo lo que ronde el área. Improvisación o contundencia. La dirección técnica del club ha elegido esta segunda opción para reforzar la plantilla. Que sea para bien.
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