miércoles, 12 de abril de 2023

SER LIBRES PARA SERLO

Hace poco más de cuatrocientos días, a eso de la media tarde, me desperté de una anestesia. Aún medio alelado, percibí una conversación entre enfermeras al respecto de una invasión del ejército ruso en Ucrania. Cuando una de ellas se acercó a mi cama para cerciorarse de que ningún indicador se desmandaba, le pregunté qué había pasado. Escuetamente, confirmó la noticia. Insistí. ¿Sabes si se ha limitado al Dombás o ha ido más allá?

Semanas más tarde, en medio de la consternación por asistir a una nueva guerra en suelo europeo, por asumir que los nunca de ‘nunca más lo que sea’ son ‘nuncas’ efímeros, se celebró el Festival de Eurovisión. En los plebiscitos populares (supuestamente para elegir la mejor canción), al unísono, como si de recitar una consigna se tratara, se repetía incesantemente el nombre de Ucrania. Por supuesto, ganó. Mi cabeza entendió que la ciudadanía europea representada por esos votantes había asimilado como propios los deseos de los poderes gobernantes, repartió la solidaridad como le dijeron.