No consta que el viejo Esopo visitase alguna vez estos territorios de la
península Ibérica ni que tuviese dotes de adivino pero, a pesar de ello, fue
capaz de resumir en una breve fábula todo un año de la política española: después de atronar
asustando al personal, los montes se abrieron para parir un ridículo ratón. Tras meses de cambios, cambios del cambio y recambios, hemos vuelto al mismo
punto en que lo dejamos. Todo el viaje nos ha llevado de Mariano Rajoy
presidente a presidente Mariano Rajoy. Conocemos especies de animales que se
desplazan andando, corriendo, nadando, reptando, arrastrándose o volando; pero
lo de este hombre es inaudito: es el único ser que se desplaza permaneciendo
quieto. Mientras los demás iban haciendo el ridículo por separado o todos a la
vez, el gallego reforzaba sus posiciones a la par que, supongo, aplaudía a
rabiar ante la tragicomedia que se representaba. Quienes piensan que su
victoria ha sido pírrica se equivocan. Además de vencer en la batalla se ha llevado
por delante a todos sus rivales. Todos y cada uno de ellos están ahora peor que
hace doce meses. Él, por el contrario, ha utilizado el año para que la sociedad
deglutiese toda la ponzoña acumulada por su partido a lo largo de varios
decenios como si nada hubiera pasado; para que dejase de marcar el acento en
las políticas llevadas a cabo por el PP durante su cuatrienio de gobierno y se entretuviese
con los dimes y diretes del vodevil que han representado esos ‘aspirantes a
algo’ que se han quedado en nada.