domingo, 29 de marzo de 2015

OTRO BORRÓN


El 28 de marzo es el cordón que ata dos cumbres de la poesía, de esa que, de tanta verdad, de tanto conocimiento de las pasiones humanas, rasca las entrañas. La fecha también anuda la vida con la muerte, los límites de ese breve espacio de tiempo comprimido entre dos silencios absolutos que es la vida. Un 28 de marzo de hace quinientos años nacía Teresa de Cepeda y Ahumada; otro más reciente, de solo hace setenta y tres, moría Miguel Hernández. Dos figuras que, además de sus versos, fueron capaces de transmitir la fuerza que parte de la convicción de los valores en los que creían, el arrojo para enfrentarse a los poderes de sus respectivos tiempos y la determinación para seguir el camino elegido por duro que este fuera sin sucumbir ante la posibilidad de atajar por otras rutas menos complejas. Pues bien, en esta fecha no pedíamos versos imperecederos al Real Valladolid, nos conformábamos con unas líneas de buena prosa y unos pocos de aquellos valores: algo de convicción en su capacidad, una ración de arrojo para enfrentarse a las vicisitudes de un encuentro de fútbol y un pedacito de determinación para mantener una propuesta y defenderla hasta el final. Pues en vez de eso, un borrón. Ni siquiera tuvo la capacidad de rebelarse ante la adversidad que se escribió en el primer minuto cuando, sin haberse acomodado en el terreno, ya había recibido un gol. El resto del tiempo fue un canto a la angustia y a la incapacidad. La angustia por un tiempo que, según se iba, parecía obligar a los blanquivioletas a marcar el segundo gol antes de haber metido el primero y la incapacidad para rectificar aquel renglón torcido. Entre medias, Samu y Keko (sí, aquel juvenil que anduvo un tiempo por aquí), dos chavales del desahuciado Alba, ofrecieron un curso de clase y desparpajo. Desarbolaron cuando quisieron todas las líneas pucelanas. La única respuesta fue renegar del juego habitual y rezar para que el corparrón de Tulio sirviese de faro.

jueves, 26 de marzo de 2015

EN EL MOMENTO PRECISO

Parecía que estaban ahí como aletargados; todo lo más, preocupados por guardar su viña catalana, pero en realidad vigilaban, estaban al acecho esperando el momento propicio para saltar sobre su presa. No es fácil acertar con ese instante preciso que garantiza el éxito de la operación. A veces las prisas te impelen a saltar un poco antes de tiempo y cerca de la línea de meta se agotan las fuerzas; otras veces, por esperar demasiado, el enemigo tiene tiempo para rearmarse y, cuando pretendes arrancar, él ya ha llegado. Ciudadanos, con un reloj que ni adelanta, ni atrasa, ha atacado a la hora en punto. Así, a la chita callando, se han hecho un hueco en Andalucía que les permitirá uno mayor en lo que aún queda por repartir en este año de elección tras elección.
No tuvieron prisa, pudieron haber buscado el espacio tiempo atrás, sabían que en esta sociedad se estaba larvando el germen del descontento, ese que lleva a desacreditar a todo lo que huela a pasado e invita a creer en cualquier cosa a la que se pueda aplicar la palabra nuevo. Pero esperaron a que otros les hicieran el trabajo sucio. Esos otros llegaron. Los que llamaron círculos a las circunferencias lo iban haciendo. Ciudadanos permanecía agazapado, aún era pronto.

lunes, 23 de marzo de 2015

CAJÓN DE EXCUSAS

Vuelves a casa con las orejas gachas. Podrías, piensas, abrir el baúl de las excusas. En él, sabes, se guarda un catálogo de coartadas, de lugares comunes con los cuales puedes hacer frente a la realidad. No es nada nuevo, los hechos son incuestionables, pero no así las interpretaciones. Hay margen, crees, para explicar lo ocurrido de alguna manera tal que la responsabilidad se sitúe en otro punto distinto a ti mismo. Otras veces los has hecho así y terminó ocurriendo como tú querías. El viento, el estado del campo, el árbitro, la segunda división. Otras veces lo has hecho así y recibiste una palmada de consuelo, una sonrisa de complicidad, una palabra de ánimo. Todo se apagó como si el fuego nunca hubiese ocurrido. Los aficionados de tu equipo, como los seguidores de cualquier colectivo, se vuelven acríticos, siempre parecen dispuestos a colocar en el centro del debate la excusa que tú sacaste a colación.

jueves, 19 de marzo de 2015

ENTRE AMBAS AGUAS

En poco más un de un mes, el calendario marcará la fecha de la fiesta de esta comunidad incolora; en poco más de dos, las urnas se abrirán para certificar la continuidad de su gobierno inodoro e insípido. Castilla y León, que así se llama esta cosa, es un mal agregado de provincias que se miran de reojo, nueve fracciones que nunca creyeron –ni quisieron- formar parte un todo. Solo les une el aire, un aire que huele a añoranza de tiempos amortajados en los libros de historia, a viejas melancolías producidas por las ensoñaciones de un futuro que nunca fue. Unas tierras que, pese a ser estas que pisamos, resultan lejanas, inexistentes, incluso para las aspiraciones o las quejas. Cuando uno escucha Castilla y León desenchufa directamente las neuronas y espera que la conversación escampe. Existe la provincia porque uno es de allí y existe España porque todos somos parte. Hasta los cabreos eluden a la comunidad. Pueden estar en entredicho los alcaldes antipáticos o los que parecen menos honrados; a los miembros del gobierno central no les dejan de pitar los oídos por la cantidad de veces que se mientan a sus madres, pero entre ambas aguas, nada.

domingo, 15 de marzo de 2015

EL PUCELA LÍQUIDO

Son ya varios los siglos que el capitalismo lleva envolviendo nuestras formas de vida. Tanto tiempo que es estúpido pretender analizarlo como si fuese una foto fija, como haría un entomólogo con cualquiera de sus insectos. Existen características intrínsecas que ni se han modificado ni lo harán, así pasen mil años. Pero otras sí. El capitalismo evoluciona y se adapta a las distintas situaciones que le imponen los distintos tiempos en los que se ha desarrollado y los diversos espacios en los que se ha ido implantando. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman es uno de los autores que ha intentado abordar ese estudio con la pretensión de comprender mejor el momento en el que nos encontramos. Señala Bauman que una de las evoluciones notables es que la modernidad capitalista nos ha llevado hacia un exacerbado individualismo. Fruto de este proceso es el debilitamiento de los vínculos humanos que ahora son más débiles que antaño. Todo es más transitorio, más pasajero, los mercados se desregulan, se liberalizan y todo parece volátil, todo está en movimiento. El humano, en estas condiciones, se siente acorralado por su propia angustia, escondido bajo el manto de su propio miedo. La sociedad sólida de la que hablan nuestros padres es ya eso: relatos de un pasado que podremos contar a nuestros hijos. Hemos completado el tránsito a una sociedad sin certezas. Bauman, en hábil metáfora, la bautizó como la de la ‘modernidad líquida’

sábado, 14 de marzo de 2015

EL VIEJO TONTO QUE REMOVIÓ LAS MONTAÑAS

 “Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
una esparcida frente de mundiales cabellos,
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquellos”.
Al soldado internacional caído en España
Miguel Hernández

La primera foto fue tomada en la primera mitad de la década de los setenta. Un chaval que no ha cumplido los veinte años se incorpora a la Joven Guardia Roja, la rama juvenil del Partido Comunista de España (Internacional) que poco después cambiaría su nombre por el de Partido del Trabajo. En su cara se refleja el entusiasmo, podemos ver como levanta la vista convencido de encontrar más adelante una tierra en que pone libertad. La segunda tiene apenas mes y medio, está tomada de noche. El protagonista es aquel mismo chaval y aparece hablando con idéntico entusiasmo. En sus ojos se refleja una emoción que se transmite por todo su cuerpo y a su vez la transmite al pequeño grupo de gente que le rodea. Acababa de conocerse el resultado de las elecciones legislativas en Grecia y de saberse que la coalición de izquierdas había conseguido mayoría suficiente para formar gobierno. Pero aunque el brillo en los ojos de Miguel Ángel Blanco sea idéntico en ambas fotografías, aunque el entusiasmo permaneciese, a pesar de seguir siendo capaz de emocionar y de emocionarse, las fuerzas ya no eran las mismas. A pesar de ello, seguiría cavando hasta el último aliento, sin cejar en su decisión primera, como en el protagonista de aquella antigua fábula china que reseñara Mao titulada “El viejo tonto que removió las montañas”. Miguel Ángel, aquel chaval, sabía de sobra que había removido mucha tierra, que desearía remover toda, pero que no el tiempo se le agotaba. No era excusa, él siguió hasta el último instante porque un revolucionario no tiene miedo a nada ni a nadie.
Entre una y otra fotografía habían transcurrido cuarenta años, toda la vida adulta de Miguel Ángel, toda una vida en que sus principios fueron innegociables. Fueron cambiando sus ideas - que no son sino el camino para dar forma a los principios- según iban cambiando los tiempos; fue modificando su apuesta estratégica porque lo que ayer era útil iba dejando de serlo y un hombre audaz no se empeña en mantener instrumentos que ya no servían, ni se arredra por poner en marcha los nuevos. Así, en los años setenta tocaba jugarse el tipo por derribar un régimen dictatorial y tocaba poner un grano de arena para lograr una sociedad más justa y libre. Pues desde sus tiempos de estudiante en la Facultad de Medicina de la Complutense puso su grano a través su militancia y activismo político en aquella Joven Guardia Roja y en el Partido del Trabajo, en el que militó hasta su disolución en 1980. Tocaba crear y fortalecer un tejido social en el ámbito que correspondiese por duro que fuese. Pues si duro era el ejército de entonces, se incorpora a la ilegal Unión Democrática de Soldados asumiendo tareas dirigentes y realiza el servicio militar en Huesca con la intención de extender la militancia en la organización y así propagar una visión democrática del ejército.
Los ochenta fueron los años del activismo social, de aspiraciones de cambio que luego resultarían frustradas, de creación de colectivos que miraran el mundo de forma global, que denunciaran lo injusto del sistema económico apuntando a sus causas y tratando, en la medida de lo posible, de paliar algunas de sus consecuencias, fueron los años de las luchas antimilitaristas del “OTAN no, bases fuera” que supuso el punto de partida de Izquierda Unida. Pues Miguel Ángel, por una parte, milita en esta organización política, es el responsable del área de Paz y Solidaridad, forma parte del Consejo Político Federal. Por la otra, participa en la creación del ARSA (Asamblea antimilitarista SA) o de la Asamblea Pacifista desde la que organizan los proyectos de solidaridad " 1.000.000 de Lápices para Nicaragua" y la campaña "Barco por la Paz para Nicaragua". Una campaña que no elige Nicaragua por que sí: el país centroamericano, su revolución sandinista, la última de las revoluciones, estaba en el punto de mira del poder imperial que no podía permitirse que a cuatro pasos de sus puertas, en lo que siempre había considerado su patio trasero, brotase el germen de una nueva sociedad. En ese contexto, con los primeros acuerdos de paz suscritos por los cancilleres centroamericanos en Esquipulas sobre la mesa, el “Barco por la Paz” fue un símbolo del apoyo político a las gestiones pacificadoras del gobierno nicaragüense que zarpó con la vocación de defender el derecho a la Paz y el Desarrollo de los pueblos del (entonces llamado) Tercer Mundo. En las bodegas, el barco transportó los materiales necesarios para la supervivencia de los más elementales planes de asistencia sanitaria, educativa… Porque la paz, sin desarrollo, es una cáscara hueca. Porque el desarrollo es imprescindible para que los planes de paz tengan viabilidad.
Los años noventa son los del desencanto social, los del adormecimiento, los de la desmemoria con respecto al pasado y la ceguera ante lo que ocurría un poco más allá de nuestras narices. Pero también son los años de las acampadas del 0,7, del despertar de una parte de la sociedad, de las huelgas generales en las que Miguel Ángel participó activamente enarbolando la bandera del sindicalismo de clase, una bandera irrenunciable que defendió desde CCOO hasta el último día. Fueron también los años de la primera Guerra del Golfo y de la respuesta en forma de movilizaciones sociales. Miguel Ángel y la Asamblea Pacifista estuvieron entre los impulsores de los movimientos de repulsa y de ahí surge el fuego que le permite imaginar, proponer e impulsar lo que fue su gran legado, la Asamblea de Cooperación por la Paz. Una organización que es social y es política si es que ambas cosas pueden separarse. Un proyecto que mira al mundo de forma global y extiende su actividad por Oriente Medio, Centroamérica, Caribe, Colombia, por el Magreb y África Occidental, con el mismo anhelo que el joven Miguel Ángel de la primera fotografía: la defensa de un mundo más justo y más igualitario y con el mismo brillo en los ojos del Miguel Ángel ya enfermo de la segunda: el del viejo tonto que remueve montañas. Una organización que carecería de sentido si en su labor no se hubiera encontrado con otras gentes, de aquellos lugares en los que trabaja, que luchan en pos del mismo sueño emancipatorio a través de organizaciones sociales hermanas.
Una organización que hubiera sido irrealizable sin su presencia constante, un proyecto ahora huérfano que se ve obligado a imaginar cómo será la vida sin su fundador y su espíritu, sin Miguel Ángel. Pero se la imaginará porque Asamblea de Cooperación por la Paz ya es mayor de edad y tiene preparación suficiente para emprender ese camino, para continuar por ese camino de ‘los principios’ tan bien trazado. Al fin y al cabo, el propio Miguel Ángel inculcó el mismo espíritu del viejo tonto de la fábula: “…después que yo muera, seguirán mis hijos; cuando ellos mueran, quedarán mis nietos, y luego sus hijos y los hijos de sus hijos, y así indefinidamente”. Asamblea de Cooperación por la Paz cuenta con una ventaja: la fuerza del recuerdo, el recuerdo de la fuerza, de “aquella voz tendida que Miguel Ángel hizo corazón”*.

*Adaptación de un verso de Adolfo Burriel del poema “Es el tiempo" escrito para Miguel Ángel Blanco

jueves, 12 de marzo de 2015

VALORES DE SENTIDO ÚNICO

Estamos en un pueblecito de Aragón en 1937. Una campesina humilde, ya entrada en años, charla en la calle con unos milicianos de la CNT. Estos le están explicando los planes para crear una colectividad en el municipio. Tras escuchar atentamente y con un rostro que mostraba el agrado por lo que oía, la mujer les responde tajante: “Pues me parece muy bien, así, entre las pocas tierras que tengo, y las que me toquen en el reparto, viviré mucho mejor”. Los chavales echaron unas carcajadas, se miraron entre ellos y empezaron de nuevo con la explicación. No recuerdo si este diálogo que vaga en mi cabeza llegó a través de la escena de una película que tengo olvidada o del pasaje de algún libro del que no consigo acordarme. Pero la respuesta de la buena mujer me viene de tanto en tanto a la memoria, porque últimamente, sobre todo cuando en una conversación o en una charla aparecen determinadas palabras asociadas a valores, escucho reflexiones similares con más frecuencia de lo que pudiera parecer. Solidaridad, soberanía, libertad, igualdad y otras tantas palabras han debido de perder la doble dirección en algún punto del camino y, cada vez más, ya digo, se arrojan para recibir y se olvida el camino de vuelta. Cierto es que la situación económica de una parte importante de la población española, como del propio estado, no es precisamente halagüeña; pero no es menos cierto que, puertas afuera, es peor en la mayoría del mundo. Sin embargo, esta realidad ha desaparecido de los discursos, programas y conversaciones. Se tacha a Alemania de insolidaria con los países del sur de Europa, pero no se plantea que nosotros lo seamos con los de más al sur. Denunciamos la pérdida de soberanía, pero olvidamos la soberanía que nuestro estado o las empresas de aquí hacen mermar en otros territorios. Aspiramos a modelos como los nórdicos sin percatarnos de que solo son viables si existe en paralelo una periferia a la que esquilmar recursos.

lunes, 9 de marzo de 2015

MÍMESIS DE LO HUMANO

En sí mismo, el fútbol no es nada, pero lleva más de cien años viviendo entre nosotros, viviendo con nosotros, y eso le ha permitido salir del rectángulo en el que se juega, le ha dado tiempo a teñirse con los colores del contexto y a convertirse en un fiel reflejo de lo que nosotros somos. Si el fútbol tiene algo, es una absoluta capacidad para mimetizarse con su entorno. El fútbol es, a la vez, el espejo en el que nos reflejamos, el alambique por el que se destilan los diferentes componentes de nuestra sociedad, el cofre en el que se guardan los mejores valores del ser humano y la cloaca a la que desaguan los ramales de todas las alcantarillas. El partido que ayer enfrentó al Valladolid con el Betis, incluso antes de que hubiera empezado, aportaba material suficiente para escribir un tratado que reflexionase sobre el ser humano. Un partido mediatizado por todo lo que le rodeaba, un enfrentamiento al que es imposible referirse sin caminar por las afueras del césped: por un lado, corrupción; por otro, machismo y silencio cómplice con las meritorias excepciones que siempre se dan; por los dos, defensa ciega de lo propio. Hace menos de un año se enfrentaron los mismos contendientes: el Valladolid se jugaba mantenerse en primera, el Betis la honra porque ya había certificado su descenso. Estos últimos vencieron a un Pucela cuyo partido definí en aquel momento como esperpéntico. Estos días hemos sabido que los verdiblancos tenían un aliciente monetario ilegal que provenía de Pamplona. Y por estas tierras hubo indignación. Pero esa prima no impedía al Valladolid ganar y no supo hacerlo. Buscar culpables ajenos no es el mejor camino cuando la responsabilidad propia es tan flagrante. Poco después, el mismo Betis, al menos algunos jugadores, recibieron otro botín, esta vez por dejarse ganar. Por suerte, ese miserable partido no tuvo mayor influencia. Esto pasa en el fútbol, nada distinto a lo que lleva años llenando las portadas de la prensa en otros ámbitos.

jueves, 5 de marzo de 2015

UNA DE DOS, O LAS DOS

Escribía la semana pasada que nuestros dirigentes (o aspirantes a serlo) no hilan dos frases seguidas sin agarrarse a la palabra ‘ciudadanía’ o sin apelar a los ciudadanos y las ciudadanas. Los unos, los de las organizaciones más ‘viejas’, lo utilizan simplemente como recurso, es su manera de atrapar voluntades con un sustantivo que resulta inocuo, que engloba a todos sin apuntar a ninguno. Es una simple forma de hablar. Para los otros, los de estos partidos de más reciente creación, el ciudadanismo es un concepto en el que asientan toda la potencialidad de su discurso. A pesar de su uso actual, el manejo de este término viene de lejos. La escritora Rosa Luxemburgo ya lo analizó en clave crítica allá por el año 1900 en su obra ‘Reforma o revolución’ donde venía a decir que “La palabra “ciudadano” sin distinciones (…) identifica al hombre en general con el burgués, y a la sociedad humana con la sociedad burguesa’. O sea, que la apelación a la ciudadanía no es más que la base de un discurso interclasista en el que se pretende hacernos creer que todos somos lo mismo, que si las cosas van bien para uno, consiguientemente, irán bien para todos; que esto se arregla (como ocurre en las conjuras de un equipo de fútbol cuando se reúnen tras una derrota) haciendo invocaciones del estilo ‘remar todos hacia el mismo lado’ y ‘apretar los puños’.

domingo, 1 de marzo de 2015

LA PIEDRA DE CHICA

Varios jugadores sentados alrededor de una mesa forman dos equipos. El mus -tapete verde, baraja española, amarracos en el medio- está en marcha. Uno de los jugadores reparte las cartas, una a una hasta cuatro, a los miembros de la partida. Una vez vistas, cabe la posibilidad de que haya sucesivos descartes, pero si alguno de ellos está satisfecho con los naipes que le han correspondido, indica que arranque el juego. El Sporting debió pensar que era hora de empezar y salió envidando a la grande. El Real Valladolid parecía dudar pero, tras alguna mirada temerosa, decidió aceptar el envite. Al final del juego se verán las cartas. Tocaba hablar de chica. Ahí el Pucela lanzó un órdago. Rieron los asturianos y tiraron de refranero: jugador de chica perdedor de mus. Y no quisieron. Los blanquivioletas sacaron una piedra. Una piedra que parece poca cosa en el cómputo general del juego, pero que, contradiciendo la fraseología popular, el juego de chica, de Chica, al Pucela le ha ayudado mucho en la suma de puntos. El lateral derecho, defensa y a un lado, suele ser una demarcación poco dada al brillo de sus inquilinos, pero desde ella se apuntala la solidez de un bloque. La carta pucelana, ya digo, piedra a piedra, sin levantar al público de los asientos, se ha convertido en un seguro. Javi Chica es, de largo, el jugador más regular en lo que va de temporada, es difícil recordar un error suyo. No brilla como otros, no marca porque no es su cometido, pero siempre suma todo lo que permite su posición en el campo. Es uno de esos jugadores pegamento que permiten que el bloque funcione, que arregla los rotos de otros, que no da una carrera de cara a la galería ni escatima ninguna que sea necesaria. Uno de esos jugadores que casi nunca encontraremos en esas listas de los mejores que aparecen en los periódicos tras realizar votación popular. Uno de los que quiero siempre en mi equipo.