lunes, 28 de septiembre de 2020

USTED Y YO

Foto "El Norte de Castilla"
Como al año en curso le estaba faltando algo de pimienta, allá por esos días en que la primavera anda en retirada, alguien quiso ver un cocodrilo en ese punto donde el Duero coge la fama porque el Pisuerga le regala el agua. A saber qué fue lo que en aquel lugar flotaba y que arrastró las mentes de los testigos que juraron y ‘rejuraron’ la certeza de su avistamiento. Pero no sorprende, las historias de cocodrilos fuera de su entorno son demasiado recurrentes desde hace casi un siglo. Luego, será por miedo, será por exotismo, miles de personas lo creyeron, los relatos cuajaron, se propagaron, aparecieron crónicas similares, se realimentó la creencia, y vuelta a empezar. Y así tuvimos entre manos una leyenda urbana.

jueves, 24 de septiembre de 2020

IGLUSES

Foto "El Norte de Castilla"

Si la memoria no me traiciona, fue a Luis Piedrahita al que escuché un monólogo en el que, refiriéndose al plural de iglú, proponía dos alternativas, iglús o igluses, para posteriormente rematar apuntalando que se podía elegir cualquiera de las dos dependiendo tan solo de si se pretende decirlo bien o mal. Este comentario suena a Perogrullo, casi todos lo suscribiríamos; pero, si extendemos la reflexión más allá del terreno de la morfología, encontramos más enjundia de la que a bote pronto se intuye. Entre otras cuestiones porque aunque pudiéramos acordar una definición de ‘bien’ o ‘mal’, el desacuerdo estará asegurado cuando se pretendan analizar determinados dichos o propuestas.

lunes, 21 de septiembre de 2020

PREGUNTE A OTRO

Foto "El Norte de Castilla"
Enfrentarse a un nuevo reto desencadena sensaciones ambivalentes: por un lado, el desafío nos sirve como estímulo; por otro, genera una especie de pánico. En las horas previas, como espantando miedos, cerramos los ojos, fantaseamos con un desenlace fetén y recordamos aquel latinajo “veni, vidi, vici”  supuestamente pronunciado por Julio César ante el Senado romano.

Ese “llegué, vi, vencí” tiene su miga. No es que parezca una muestra de soberbia, efectivamente lo es. Si hacemos caso a los historiadores Suetonio y Plutarco, Julio César, enfrascado en una guerra civil que le enfrentaba a las facciones más conservadoras del Senado al mando de Pompeyo, quiso sacar pecho ante la alta institución de su victoria en la batalla de Zela, frente a las tropas de Farnaces II del Ponto. Consciente el cónsul de que las cosas no pintaban bien en Roma, con la necesidad pues de regresar, aceleró las maniobras para propiciar el inmediato enfrentamiento. En menos de una semana, Julio César pudo encaminarse a Roma con otro sello en su historial de victorias y, una vez en la capital de la república, alardear de ello.

lunes, 14 de septiembre de 2020

TE LO DIJE

Foto "El Norte de Castilla"
Algunas respuestas las llevamos grabadas tan a fuego que o hemos aprendido a domesticarlas o brotan de inmediato en cuanto la ocasión lo propicie. Al fin y a la postre, las aprendemos desde bien pequeñitos; en muchos casos, nada menos que de boca de nuestros padres. Porque ellos también, cuando de reafirmarse se trataba, fueron unos ventajistas.

A ver si no. Tú te estabas retorciendo de dolor en el suelo y, antes de preguntarte cómo estabas, una tormenta en forma de “te lo dije, ¿eh?, te lo dije. O, ¿no te había dicho que no te subieras a la silla, que te ibas a caer?” tronaba sobre tu cabeza. Había como una malsana intención de dejar patente que para ellos era más importante el aviso que la consecuencia, que era más trascendente apuntalar su “tenía razón” que una posible luxación de codo. En ese momento, entre el dolor, el bochorno y la inferioridad jerárquica del hijo, como que uno sobreentiende que no es el momento más pertinente para hacer uso del derecho a réplica, pero de buena gana se queda. Porque claro, entre 10.000 advertencias de catástrofe, tampoco es mucho mérito el acertar alguna vez como para andar reivindicando la capacidad profética. Más que nada, porque cuando no sobreviene la plaga bíblica anunciada no se les escapaba ni un tímido “me equivoqué”, no se oye “perdona hijo, no confiaba en ti”.

Nos hacemos grandes y seguimos dando vueltas a la noria del ventajismo. Con nuestros hijos,  ¿cuántas veces antes de tenerlos nos repetimos que nunca jamás utilizaríamos ese mantra? Pues nada, en cuanto llega la ocasión, zas, “te lo dije, ¿eh?, te lo dije”. Y el fútbol, que exprime y sublima, no se podía quedar al margen. Es también escenario privilegiado en el que se busca la razón y a quien echársela en cara. Y todo el mundo la tiene y tiene a quien: cualquier aficionado habla tanto, dice tanto, mezcla tantas filias y fobias que, aunque solo sea por pura matemática probabilística, alguna vez tiene que acertar y, aunque sea una vez de mil, recuerda lo dicho en pos de un ridículo reconocimiento. Suele ser habitual, pero hay días que dan mucho juego. El de ayer fue uno de ellos, faltó la intervención de Moyano en alguna jugada decisiva para haber cantado bingo, porque los sospechosos habituales, Masip en este caso para mal, Míchel y Guardiola para bien, dieron rienda suelta a miles de ‘telodijes’ entre los filos y los fobos y viceversa.

La celebración de Míchel, índices al cielo, es, en lo concreto, el cierre de una obra de arte futbolística lanzada por Nacho, pintada con tres pinceladas sublimes por Guardiola y firmada por el valenciano. Una maravilla que pesa lo mismo a favor que un error grosero en contra. Y sobre este particular, no cabe debate, ni ventajismo alguno: es así.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 14-09-2020

miércoles, 9 de septiembre de 2020

DE JUANITO A LA CAIXA

Juanito, el de la Caja, era ‘Juanito’ porque salió con el ‘Juan’ de la pila y nunca alcanzó altura suficiente para que le retiraran el diminutivo. Lo de ‘la Caja’ se refería a su trabajo, allí no era necesario aclarar, en la de Ávila. En realidad, Juanito era la Caja en una decena de pueblos. También, un vecino más del suyo, cabecera de comarca, y un poco paisano en todos los que recorría maletín en mano.

De aquello no ha pasado tanto: con un “corre a hablar con Juanito”, alguno de mi generación consiguió las 100.000 pesetas para el primer ordenador. Pero han pasado diversos torbellinos. El mundo económico exige, exigía ya, crecer y aminorar costes. El mecanismo tiende a la concentración. Algunas cajas de esta tierra se fusionaron. Hasta que la crisis-estafa con la que se cerró la primera década de este siglo mandó todo al traste. No sobrevivieron a la embestida. A aquel modelo de gestión, mamoneos y paternalismos aparte, le reventaron todas las costuras.